El que no arriesga, no gana

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Agnes y yo nos pasamos el fin de semana entero armando el refugio. El sábado estuve tan agotada que me quedé a dormir en vez de salir. De todos modos preferí hacerlo, así le daba la oportunidad a Curi de invitar a Trisha a hacer algo los dos solos. Pero el domingo se lo pregunté, mientras acarreaba cosas en el refugio, y me escribió que no se animó a hacerlo, entonces incluyeron en su actividad a Trevor.

Si Curi seguía siendo tan flojo, nunca iba a conquistarla. Era mi obligación moral ayudar a mi mejor amigo.

Le pedí que vaya a la inauguración el sábado siguiente, y más tarde, cuando por fin pude descansar, le escribí a Trisha para decirle lo mismo. Ella aceptó encantada.

Terminamos de armar el refugio el martes y, ya el miércoles llegaron los primeros bebés. Durante esos días serían solamente tres, pero después de la inauguración traerían más.

Estaba tan emocionada que olvidé por completo el cansancio acumulado que tenía y me dediqué a disfrutar de sus suaves manitas, pequeños ojitos y sus sonrisas desdentadas capaces de derretir cualquier corazón.

Bueno, cualquier corazón no. No el de Ethan, quien llegó el viernes a primera hora y con mucha prisa, como siempre. No lo había visto en toda la semana, pero tuve que contentarme con tenerlo ahí al menos esos quince minutos que estuvo firmando los papeles que Agnes le había dejado.

—Mírame, tío Ethan, ¿acaso no soy hermosa? —dije, sosteniendo a la única beba que teníamos hasta ese momento, y que reía a carcajadas cada vez que estaba en mis brazos. Los dos varoncitos me gustaban mucho también, pero ella se había vuelto mi debilidad porque tenía unos hoyuelos encantadores.

—Eres bonita, Yolanda —contestó él, sin darle importancia, concentrado en los papeles que firmaba. Y demostrándome una vez más su facilidad para cambiar los nombres de las personas.

Fruncí el ceño.

—Se llama Yohana —rodé los ojos.

Oliver ingresó en ese momento, sin golpear. Mi puerta había estado abierta de todos modos, y ya estaba acostumbrada a verlo por allí, porque en la semana había ido varias veces a ayudar a su madre.

—Buen día a mis princesas —nos dijo y depositó un beso en la panza de la pequeña Yohana.

Se había percatado de la presencia de Ethan, por eso se comportó así. Estaba segura, aunque en esos días no me había vuelto a tocar el tema de su plan para separar a Cindy y a Ethan. Ni siquiera me había molestado más y de hecho me llegó a agradar su compañía porque era ocurrente y en ocasiones gracioso. No de la manera en que Ethan había pensado, sino que me recordaba un poco a mi amigo Jacob, en cierta forma.

Ethan arrugó la hoja que acababa de arruinar con un garabato similar a su firma, debido a lo molesta que le resultó la intromisión de Oliver. Me miró mal, como si hubiera sido culpa mía.

—Oliver, ¿por qué no llevas a la beba a dormir un momento? —le pedí, con tal de sacarlo de allí y evitar que empiecen a reñir. Coloqué a Yohana en su regazo y él la recibió.

—Lo que tú me pidas, mi vida —me contestó fingiendo, con una amplia sonrisa, antes de retirarse.

—Demonios —susurró Ethan al haber arruinado el documento siguiente.

Imprimí de nuevo las dos hojas que había echado a perder y se las hice firmar correctamente esta vez.

—Así que ahora eres su vida, su princesa y no sé qué más... —se quejó, haciendo una mueca de desagrado, mientras ubicaba todos los papeles firmados en una carpeta, para entregársela a Agnes.

Casa NO en venta (completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora