La cita de Ethan

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Pensé que las cosas no podrían ir peor. Pero el universo me demostró lo contrario cuando todos se separaron para ir a sus respectivas habitaciones para dormir.

—Ven conmigo —me dijo el tío Jack tomando mi hombro y guiándome por un pasillo largo, lleno de piezas a los costados —Aquí.

Se detuvo delante de una habitación y me abrió la puerta. Agradecí e ingresé aliviada. Por fin se terminaba el primer día allí, o al menos eso pensé. Me dejé caer en una suave cama de dos plazas exhausta y extendí los brazos, que chocaron con un bulto. El bolso de Ethan estaba encima, al lado del mío. Me puse de pie de un salto.

—¿Qué demo...? —me interrumpió la puerta que se abrió dejando entrar a Ethan a la habitación.

—Jackie, ya estás aquí.

—Sí, creo que se equivocaron y dejaron tu bolso —le dije y él cerró la puerta, se acercó lentamente como eligiendo las palabras que debería usar.

—En realidad... no hubo... ningún error... —dijo algo nervioso.

—Entonces, ¿soy yo la que debería ir a otra habitación? —pregunté confundida, tomé mi bolso y lo colgué del hombro. Él se acercó y lo sujetó, depositándolo en la cama nuevamente.

—No... —miró hacia el costado buscando algo de qué agarrarse.

Incliné la cabeza tratando de comprender, hasta que todo se dibujó en mi mente.

—¡Oh, Dios! —fue todo lo que me salió decir y me senté en la cama agarrándome la cabeza.

—Lo siento, —se excusó— todos vienen en pareja y...

—¿Y no habías dicho que sólo éramos amigos? —le di un golpecito.

—Sí, lo hice, pero eso no se aplica a las citas...

Me llevé la mano a la frente y la apreté intentando recobrar la calma.

—¿Ya vas a decirme qué demonios son las citas de las que todos hablan? —lo miré molesta.

Él soltó un suspiro y se sentó en la cama a mi lado.

—Todos los años se festeja el cumpleaños del tío Jack, aquí un fin de semana entero. Esa fue la parte que te conté —empezó él, juntando sus manos y agachando la cabeza—. Lo que no te dije es que el tío Jack es soltero y no hay nada que le dé más vergüenza que eso. No puede tener hijos y nunca consiguió una mujer que quiera estar mucho tiempo con él, debido a ello. Siempre dice que no quiere que nadie pase el resto de su vida solo, como él. Entonces empezó, hace al menos veinte años, una tradición: Cada año debe reunirse toda la familia en su cumpleaños y todos, hombres y mujeres sin excepción, debemos traer una cita —Me miró de reojo por un segundo, como esperando que reaccionara, y como no lo hice, prosiguió—. El que no lo haga será el hazmerreír de la familia durante todo ese año, hasta que llegue de nuevo la fecha de su cumpleaños.

Medité un segundo, sin dejar de mirarlo, incrédula.

—Entonces... ¿yo soy tu cita?

Él asintió, esta vez sin dirigir sus ojos hacia los míos.

Mi boca se quedó abierta y mi ceño fruncido. Él me miró después de un momento, arrepentido.

—Si te hubiera contado esto cuando te propuse venir, ¿lo hubieras hecho? —preguntó.

—Probablemente no —respondí sincera—. Es decir, somos amigos y... no quisiera que alguien más piense lo contrario—. Y ahora, ¿se supone que debemos dormir en la misma habitación? Miré a todos lados buscando algún sofá o algo donde él pudiera acostarse, pero sólo había dos mesitas de luz, un esquinero y un ropero bastante amplio.

Casa NO en venta (completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora