¿Qué sientes por mí?

103K 8.3K 4.3K
                                    


—Jackie, son las diez —me despertó un susurro acompañado de una caricia en mi hombro.

Abrí los ojos, encontrándome con Ethan sentado en el borde de la cama.

Había culpa en su mirada y por un segundo me pregunté por qué. Pero los recuerdos de la noche anterior me cayeron como un chorro de agua fría.

Volteé y me cubrí el rostro con la frazada. Más por la vergüenza que otra cosa, pero él podría interpretarlo como que tenía sueño y dejarme en paz. Aparentemente eso hizo.

—Está bien, duerme un rato más —musitó con ternura.

Se puso de pie y se alejó hasta el vestidor.

Estuve como diez minutos más en la cama, pero pronto entendí que no tenía sentido tratar de evitarlo. Después de todo, al menos no llegamos a concluir nada de lo que pudiera estar arrepentida. Y no podía quedarme para siempre ahí.

Me puse de pie, tomé mi bolso y pasé a su lado antes de ingresar a su baño. No me dijo nada cuando nos cruzamos.

Llené la tina y me acosté adentro, hundiéndome del todo bajo el agua acumulada y recordando cada detalle de lo que había pasado.

"Querido cerebro, nunca más permitas que mi cuerpo te domine de esa manera" pensé.

Afortunadamente traje una blusa para el día siguiente y unos zapatos no tan viejos. Tomé el secador que estaba empotrado en la pared y lo usé para arreglarme el cabello. Luego salí del baño, tal vez no estaba lo suficientemente lista como para enfrentarme a su presencia, pero me forcé a mí misma a reunir las fuerzas que necesitaría para afrontar el almuerzo familiar en la casa de Norman. Además, sería descortés que lleguemos tarde y, en el tiempo que me tomó alistarme, ya se habían vuelto las once.

Bajé las escaleras, y escuché ruidos en la cocina, así que fui allí.

Él volteó a verme cuando entré. Tal vez todo sería un poco más sencillo si no luciera tan bien cada vez que se preparaba para salir. Se había puesto un jean negro y arriba una remera polo blanca, con finas franjas oscuras en cada manga y en el doblez del cuello. Nunca antes me había percatado de lo bien que le sentaba el color blanco.

Me acercó una taza con café.

—Tiene azúcar, como te gusta.

Se había acordado.

—Gracias —le dije, tomándola entre mis manos y sorbiendo un trago. El vapor de la bebida me sirvió como relajante.

Él estaba comiendo una manzana, que había cortado en pequeños trozos depositados en un plato.

Intenté perderme en los detalles de las paredes, para evitar mirarlo, mientras bebía. Pero él no me sacaba la vista de encima.

—Jackie, ¿podemos hablar? —lo dijo con voz temblorosa.

Me encontré con sus ojos y asentí levemente, intentando al menos esconder la mayor parte de mi rostro detrás de la taza. La cual, por supuesto, era demasiado pequeña para servir a esa labor.

—En primer lugar —empezó—, no soy gay. En caso de que te lo preguntaras después de lo que pasó anoche...

Por supuesto que no había pensado que lo fuera, y su intento por romper el hielo no dio resultado, porque mi expresión se mantuvo distante.

—Sé que estás molesta, pero estoy seguro de que coincides conmigo en que ahora estarías hecha una furia si anoche hubiera pasado lo que casi pasó. Y ya te hubieras ido, no hubieras querido verme nunca más y...

Casa NO en venta (completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora