Capítulo 9 - Ayleen da miedo

6K 662 489
                                    

Esta mañana me enfadé con Ben ya que me confesó que estuvo mirando mientras me cambiaba la ropa, y mi madre se enfadó conmigo porque empecé a hablar gritando sola. No, esta vez no me golpeó en la cabeza, esta vez usó una nueva táctica: obligarme a usar un vestido. Esto sí que me resultaba bochornoso. Mi madre definitivamente sabía darme donde más me dolía.

Educación Física. Lo amaba.
Me fui al vestidor a cambiarme de ropa y me puse un chándal.

—Hoy haremos lanzamiento de pelota. Dividiremos la clase entre chicos y chicas. Las chicas lanzarán una pelota de tres kilogramos y los chicos de cuatro, debido a la diferencia de la masa corporal...

Mientras el profesor explicaba lo que debíamos hacer, yo empecé a calentar los brazos.
¿Tres kilogramos tan sólo? Yo podía incluso con cinco. Adoro el deporte.

Las chicas resoplaban y los chicos apostaban por quién lanzaría la pelota más lejos.

Cuando llegó mi turno, agarré la pelota y recordé al idiota de Ben, lo que hizo que mi ira subiese y convertí era ira en fuerza.
Al lanzar la pelota, todo el mundo quedó fascinado con el resultado. La había lanzado más lejos incluso que el chico más fuerte de la clase.
Me sentí orgullosa de mi mismo.
El profesor apuntó la nota algo alucinado.

—Parece ser que la señorita Shawn acaba de batir un nuevo récord —comentó el profesor.

Fui a beber algo de agua y pude escuchar cómo un chico decía que era normal que batiese un récord ya que yo ni siquiera lo había intentado con una pelota de cuatro kilogramos.

Me limpié la boca y me acerqué a ellos.

—Lo haría incluso con una fe diez —dije y agarré la pelota que utilizaron los chicos y la lancé lo más lejos que pude.

La pelota cayó en un lugar un centímetro más lejos que la del chico que la lanzó más lejos.

—¡Oh, vaya, qué sorpresa! —exclamé con burla y me marché de la vista de todos los chicos.

Al menos les había callado sus sucias bocas. Soy una chica bastante competitiva, debía admitirlo, y me había método en más de un lío por retar a los demás desde que era pequeña.

Mientras caminaba por los pasillos del instituto, escuché unos gritos que me hicieron volver mi cabeza.

—¡He dicho que me des todo tu dinero! —exclamaba el matón mientras agarraba a un muchacho por el cuello de la camiseta.

—No tengo nada hoy —lloriqueaba el pobre muchacho.

Comí me sentía con fuerza y energía, me acerqué a ellos.

—¡Eh, tú, matón de mierda! ¡suéltalo ya! —exclamé poderosa.

—¿A quién cojones llamas tú matón de...? —dijo el matón, pero dejó hablar con tan sólo mirarme.

El chico se puso blanco y salió corriendo de allí.

Empecé a reír triunfante. Al final todos los matones son iguales; en cuanto le pones dos pares de ovarios salen huyendo.

Ayudé a levantar al pobre chico el cual fue acosado y me agradeció.

—¿Cómo te llamas? —pregunté, parecía buena persona.

—Adam —respondió.

Parecía algo tímido.

—Yo soy Ayleen. Podemos ser amigos si quieres —dije y él aceptó.

...

Al llegar a casa me sentí muy satisfecha conmigo misma. Incluso me sentía mejor persona.
Recordé cómo miraba a toso el mundo después de eso. Cada vez que ponía mi peor cara, todo el mundo se asustaba; ¡era genial!

Cuando bajé y vi el almuerzo, sentí fatiga. Odiaba el pimiento.

—Siéntate ya a comer, Ayleen —mandó mi madre.

De repente, una idea cruzó mi mente.

—Mamá —dije, y ella me miró—, no quiero comer este asqueroso pimiento —dije, poniendo aquella mirada la cual todo el mundo se asustaba.

Mi madre se acercó a mi y le dio un golpe en la cabeza.
¿Pero qué...? ¡Si hoy había funcionado con todo el mundo!

—Vas a comer lo que yo ponga en la mesa. Ayer dormiste sin cenar así que hoy comes todo —ordenó mi madre y comí todo a regañadientes.

Me tumbé en mi cama y volví a escuchar esa odiosa risa.

—¿Así que hoy todos te han temido en clase, no es así? —preguntó cuando terminó de reír.

Me levanté de la cama con el ceño fruncido.

—¿Y qué te hace tanta gracia de eso? —pregunté molesta.

—Que no era a ti a quien temían, sino a mi —contestó.

¿Y ahora se quería llevar todo mi mérito? Eso sí que no.

—¿De qué hablas, enano? ¡Era a mi, claramente! —contraataqué.

—Yo estaba tras de ti cada vez que ponías esa supuesta mirada aterradora —confesó.

Imposible... no podía ser cierto. ¡Quería engañarme!

—¡Eres un mentiroso! —exclamé.

—¡Y tú ridícula! —dijo él.

—¡Perdona pero yo no soy la que viste como Peter Pan! —exclamé de vuelta.

Ben pareció alterarse y me lanzó un cojín.
Gruñí.

—¿Con que esas tenemos, eh? —dije y le lancé un libro, pero no conseguí darle.

Él cogió mi telescopio el cual jamás había usado y me lo lanzó también, sin éxito alguno.

Yo cogí otro libro pero tampoco alcancé a darle. Mierda, era bastante bueno.

Me sorprendí al ver que cogió mi videocámara y me la tiró en la cabeza.

Me agaché y me toqué el sitio dolorido.

—Mierda —dije.

—Creí que no conseguiría darte, lo siento —dijo Ben, acercándose a mi con preocupación.

Cuando estaba lo suficiente cerca de mí, conseguí asestarle con la lámpara en la cabeza.

—¿Acaso creías que iba a sentir algo? Mi cabeza está fuera de riesgos, ¡ya no puedo sentir dolor en ella! Mi madre me tiene entrenada —dije como si estuviese perdiendo la cabeza, nunca mejor dicho.

Cambié mi expresión al ver que Ben no mostraba ni un ápice de felicidad en su rostro.
Tal vez estaba engañándome al igual que yo lo hice, así que decidí no caer en su trampa.

—Claro, Ben, ahora yo me preocuparé por ti y me golpearás de vuelta, ¿no es así? —pregunté con astucia.

—Sí, tal vez pase eso —dijo con la voz decaída y desapareció de mi vista.

¿Qué mosca le había picado a este?

Let's play『Ben Drowned』Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin