Capítulo 11 - ¿Benjamín Peters?

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Caminé hasta casa algo enfadada por lo ocurrido, pero alegre por lo ocurrido también.
Ben me las iba a pagar en cuanto se mostrase ante mi, pero por el momento, debía buscar una buena excusa para que mi madre pudiese dejarme salir hoy pues aún seguía castigada.
Adam me había invitado a dar una vuelta por el parque, así porque sí, y obviamente acepté. ¿Que por qué acepté? Bueno, él no es el típico chulo que sólo se preocupa por que su flequillo quede bien; él es más que eso, y esa es la razón por la que me gustaría conocerlo más a fondo.

—Ya estoy en casa —exclamé una vez entré en ella.

—Ayleen —llamó mi madre y me acerqué a ella—. Hoy tu padre y yo tenemos que ir a recoger unos muebles que nos van a regalar los abuelos. Vamos en coche y los muebles también irán así que no habrá espacio para ti. Hemos pensado que sólo por hoy vamos a volver a dejarte sola en casa debido al inconveniente, pero recuerda: si vuelvo a encontrar la casa patas arriba, despídete de la luz solar —me amenazó con aquellos ojos tan llenos de ira y yo retrocedí—. Tenemos que marchar justo ahora, así que comete todo lo que hay en el plato y pórtate bien —ordenó mi madre.

Hice un ademán de sargento y vi a mis padres marcharse por la puerta.

Suspiré y salté de alegría. Entonces me quedaba sola en casa.

Busqué las llaves de repuesto en el típico sitio donde mi madre la guarda: una bota.
Genial, estaba sola y tenía llaves.

Como había quedado con Adam en el parque cerca de la gasolinera, iría allí y le invitaría a pasar a mi casa, así podía saber cuándo llegaban mis padres.

Me senté para comer y casi echo la bilis por la boca.
¿Espinacas? Ni loca comía eso.
Cogí mi plato y lo tiré al jardín del vecino el cual tenía un perro.
Vi cómo el animal se acercaba a la comida.
La olisqueó y salió corriendo.
Ni los animales quieren esta basura

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N.A: Ninguna comida es basura; no seáis como Ayleen.
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—Vaya, vaya, con que tirando la comida, eh —escuché que decía una voz a mis espaldas.

Era él... ¡Era Ben! Ahora era mi momento.
Agarré el plato con fuerza, me giré, eleve mis brazos y...
¿Huh? ¿Quién era él?

Ese chico empezó a reír.

—¿Qué te ocurre, Ayleen? ¿De repente ya no sabes hablar? —preguntó divertido.

Arrugué mi entrecejo y apreté mi mandíbula.
Era el idiota de Ben, pero... ¿por qué lucía así?

—¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Y tus ojos negros y pupila roja? ¿y la sangre que caía por tus mejillas? ¿Quién eres ahora? —cuestioné intrigada.

—¿Quién soy ahora? Pues quien solía ser antes: Benjamín Peters —respondió con orgullo.

—¿Benjamín... Peters? —pregunté con una ceja alzada, incrédula.

Así que ese era su nombre de pila, eh...
Sonreí cínicamente y él retrocedió asustado.

—Pues déjame decirte algo, Benjamín, vas a pagar por tus pecados... ¡ahora mismo! —dije y corrí tras de él con el plato en la mano.

Rápidamente, él desapareció de mi vista.

—Sucia sabandija, me las pagarás tarde o temprano —farfullé molesta y caminé de nuevo hasta casa.

Lo cierto era que «Benjamín Peters» era bastante atractivo... ¿¡pero qué estaba pensando!? Nada que tenga que ver con Ben es bueno, ¡nada!

Miré la hora y eran las cuatro de la tarde.

Cogí un paquete de papas y encendí la televisión para encontrarme con la agradable sorpresa de que no funcionaba correctamente... otra vez.

Aplasté una papa entre mis dedos y algo se me vino a la mente: Ben.
Seguro que él tenía la culpa de que la televisión y demás aparatos electrónicos fallasen. Nunca antes nos había pasado esto, así que supuse que debía ser él.

—¡Benito! ¡dime por qué haces que la televisión deje de funcionar! —exclamé alterada.

«No es mi culpa, con mi sola presencia, todos los aparatos electrónicos se estropean» dijo él.

—¿Y por qué tengo que aguantar esto? —pregunté más para mi que para él.

«Eso te pasa por ser una viciada de los videojuegos» canturreó él.

Me levanté del sofá, atacada.

—¿Acaba de decirlo el que vivía en una Nintendo 64? —contraataqué.

Él apareció ante mi en su versión Ben Drowned. Me asusté un poco ya que hacía tiempo que no le veía de esa forma.

—No es gracioso —dijo él seriamente.

Podía ver la molestia en sus ojos... o lo que quedaba de ellos.
Fue extraño, de repente dejé el odio que tenía hacia él a un margen.
Me sentía como si me estuviese ahogando. ¿Tenía él algo que ver con esto?

Me senté en el sofá y me toqué la frente. No me sentía nada bien.

—¿Te ocurre algo, Ayleen? —preguntó Ben preocupado mientras se acercaba a mi.

En estos instantes sentía odio, impotencia, angustia, sofoco y... asfixia.

—¡Lárgate, Ben! —exclamé asustada.

—¡No voy a hacerlo! —respondió él y fue lo único que pude escuchar después de desmayarme.

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Let's play『Ben Drowned』Where stories live. Discover now