Capítulo 2

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NARRA LAURA

—Decidido, cuando me independice seré repartidora de pizzas, así podré pagarme le alquiler —que conste que mis intenciones no eran decirlo en alto, pero siempre digo lo primero que se me pasa por la cabeza, aunque eso suele ser un problema, en fin. El chico me mira extrañado, pero disimula mejor que Carla, quien no se corta ni un pelo—. Toma machote, quédate con el cambio —le doy el dinero, cojo la pizza y le guiño un ojo.

Él solo se ríe.

—Gracias —me dedica una sonrisa tierna, a lo que yo le respondo con una sonrisa segura—. Wow, independiente, segura de sí misma y con buen gusto de música. Me gusta –ahora es él que me guiña un ojo, y me detengo a escuchar la canción que está sonando ahora. Está en la parte de David Guetta, pero no sé que canción es, seguramente la de This one's for you.

—Gracias, pero no necesito tus cumplidos, machote. Adiós —le digo cerrando al puerta, dejándolo con la palabra en la boca.

Carla me mira asombrada, pero después seria.

—A esto me refiero con lo de sujeta velas, zorra. Y por cierto si eres así con todos los chicos, te aseguro que te vas a quedar sola.

—Tranquila Carla, estaba preparándome para cuando tenga a medio internado detrás mía y tenga que rechazarlos —sonrío orgullosa mientras subo a mi habitación con la pizza en las manos.

Buena excusa.

—No te preocupes eh, que cuado yo tenga novio y tu estés solita te compraré gatos —le lanzo una sonrisa sarcástica y empiezo a comer pizza sentada en mi cama. Carla rueda los ojos y coge otro trozo de pizza.

—¿A qué día estamos hoy? —me pregunta, cambiando de tema.

—A viernes, y me sigue pareciendo fatal que no estemos en una fiesta.

—Bueno, pues antes de marcharte me tienes que prometer que me contarás todo. Y cuando digo todo sabes a lo que me refiero. Te llamaré el domingo por la noche, ya me dirás que hiciste en Marbella todo el día.

—Buah, pues no sé. Pero si según mis padres el viaje dura 4 horas, seguramente nos marchemos de aquí a las nueve de la mañana para estar allí a las a la una y pico. Entonces iremos al internado, charla de media hora con el director, y después mis padres comerán en alguna cafetería-restaurante. Yo supongo que tendré comeré en el comedor, aunque no sé si me dejarán marcharme o qué voy a hacer —explico, obviamente sin dejar de masticar pizza, está demasiado buena.

—No sabes cuánto te envidio ahora mismo, cerda —coge otro trozo de pizza—. ¿Mañana tus padres trabajan?

—Sólo trabajan por la mañana, así que estaremos solas, y nos va a tocar cocinar. Luego por la tarde tendré que hacer la mierda de papeleos para el internado.

—No te rayes tanto, tía. Deberías de darle una oportunidad. 

—No me rayo, solamente estoy siendo realista. Paso de ilusionarme pensando que va a estar genial, habitaciones solas, tres piscinas, cinco campos de fútbol, ...

—Pero tus padres se pueden permitir eso —me interrumpe.

Ahora que lo pienso es verdad.

Mis padres trabajan en un departamento de la justicia. Mi madre en la parte de juicios, y mi padre en asuntos policiales, pero desde su oficina. Hace tiempo, perseguía a ladrones y todo eso, pero al nacer yo lo dejó y lo ascendieron con la condición de trabajar en una oficina. Por lo tanto, no cobran mal. Y al ser dos sueldos y sólo una hija, digamos que no nos falta nada. Y con nada me refiero a que tengo bastante ropa, muchos zapatos, varios abrigos, buen móvil, una tele en mi habitación, paga mensual –aunque es solo dinero que meto en el banco porque mis padres siempre me dan el suyo para comprarme lo que sea–, etc.

No me tientes, Álvarez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora