Capítulo 32

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NARRA MAR

[N/A: Esto pasó el día que llegaron a su casa después de salir del internado, ni es ni año nuevo ni ninguna otra fiesta]

De camino a casa de Nate voy hablando con la madre del oji-azul. Es muy agradable y maja, pero no sé, se me hace incómodo. Nate me observa desde su asiento cada vez que abro la boca, y eso sólo consigue ponerme más nerviosa de lo que estaba.

Penoso, lo sé.

Después de una animada conversación, diferentes bandas de música de los 80s -cabe decir que la encargada de la música fue, obviamente, la madre de Nate- y una larga hora en aquel cálido coche, llegamos a su hogar.

Es una casa de buen tamaño, amplia y blanca mayoritariamente. Tiene un jardín muy bien cuidado con un invernadero en la parte trasera. Nada más entrar ves una hermosa escalera, a la izquierda de está un ancho pasillo que te conduce a diferentes salas: el comedor, cocina, el salón,... Pero, sobre todo, es muy acogedora.

Tras acomadar mi equipaje y hacer un par de llamadas a mis familiares -a mi tía y primos, Nate me guió hasta la habitación de invitados. Se disculpó diciendo que iba al baño y que ya volvía.

Y aunque me dijera que esperara en la habitación de invitados, la curiosidad pudo conmigo. Me levanté de la cama en la que estaba sentada y me encaminé hacia la habitación de Nathaniel. Sabía dónde estaba porque es la única sala a la que todavía no había entrado.

Así que aquí estamos, en la entrada de la habitación de Nate. Llamadme loca o lo que queráis, pero siento como si algo me atrajese aquí, como si una voz me susurrase "entra". Así que eso voy a hacer.

Apoyo la palma de mi mano en el pomo de la puerta y entro. Se trata de una habitación sencilla, inundada por el blanco y el azul celeste. Grandes ventanas dejan que la luz solar pase e ilumine toda la habitación. Pero lo que más llama mi atención de todo esto es una estantería, larga hasta el techo, repleta de libros y cuadernos.

Oh, quién diría que un miembro del grupo mujeriego del internado tuviese semejante pasión a la literatura.

Recorro los lomos de los libros con mi dedo índice, leyendo los títulos. Orgullo y prejuicio, Jane Eyre, Cumbres Borrascosas, ...

Son clásicos de la literatura. Cojo El retrato de Dorian Gray entre mis manos, y lo abro por la página que está marcada. Tiene diversas líneas subrayadas con un tono amarillo fosforito.

«Las personas más insoportables son los hombres que se creen geniales y las mujeres que se creen irresistibles»

Abro los ojos, asombrada. Un poco irónico, teniendo en cuenta el ego de nuestros amigos.

De repente noto como unas manos me cierran el libro y lo coloca en su sitio.

-Vaya, no me espera esto de ti -digo ladeando la cabeza en dirección a la estantería.

Él se limita a encogerse de hombros.

-Soy toda una caja de sorpresas.

-Si piensas eso no voy a ser yo quien te quite la ilusión -le digo con una sonrisa sarcástica a la vez que le guiño un ojo.

-Juntarte con Laura te está haciendo mal -dice divertido.

-A lo mejor eres tú quien me afecta, Nathaniel -digo tomando otro libro y volviéndolo a dejar en la estantería.

No me tientes, Álvarez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora