Capítulo 24

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NARRA LAURA

Cuando me despierto me encuentro tumbada en el suelo del sótano. Oigo ligeros ruidos de fondo, por lo que deduzco que Nick debe de estar buscando algo entre las cajas que había en una esquina de este sótano.

Y efectivamente, ahí está.

Me desperezo con un bostezo y grandes aspavientos, llamando la atención del chico. Deja de hacer lo que estuviera haciendo y se acerca hasta a mí.

—Buenas noches, Laurita. ¿Qué tal tu siesta?

—¿Noches? ¿Qué hora es? —apenas eran las cinco cuando me dormí.

—Pues sobre las nueve —dice comprobándolo en su reloj digital que lleva en la mano izquierda—. ¿Qué tal la siesta? —vuelve a preguntarme.

Se me hace extraña esta conversación, más aún dadas las circunstancias, pero decido actuar con normalidad.

—Sin contar que hace frío y que el suelo es incomodísimo, pues podría haber estado peor. ¿Qué has hecho tú en estas cuatro horas?

Sus mejillas adquieren un tono rosado, pero por la oscuridad que hay actualmente en el sótano no lo puedo afirmar con certeza.

—Nada interesante. Dejar correr el tiempo hasta que me picó la curiosidad por saber que había en estas cajas, así que te dejé durmiendo y empecé a rebuscar —hace una pausa—. Que sepas que la parte en la que te tenía que dejar descansado llevó su tiempo, no sé por qué me ha dado la sensación que eres de esas personas de sueño ligero, las que se despiertan fácilmente —asiento con la cabeza—. Bien, pues para la próxima no me des tal abrazo porque me costó mucho separarte de mí —me dice guiñándome un ojo.

Alzo ambas cejas. Pues que sepa que no voy a tomar en serio eso último, no hasta que me lo demuestre. Seguramente se lo esté inventando para picarme, pero no lo está consiguiendo. Sólo... sólo está iniciando esa cuenta atrás. Sólo él es capaz de hacerlo. Sólo él lo hace.

—Y bien, ¿qué has encontrado? —cambio de tema rápidamente.

—Pues nada interesante. Hay cajas de cereales que todavía están cerradas y bebidas energéticas también sin abrir —enumera—. Debe de ser que antes almacenaban aquí este tipo de cosas, pero creo que estaban vaciándolo por lo de las lluvias... —piensa en voz alta.

Miro a la puerta. Está totalemente cerrada. Apenas entra agua ya que el moreno puso varias cajas de cartón a la rendija que dejaba pasar agua, así que solamente hay un pequeño charco alrededor de las cajas. Nada preocupante. De momento.

A través de la ventana puedo ver como aún sigue lloviendo con fuerza. Numerosas gotas chocan con el cristal, haciendo esa melodía que tanto me gusta.

Y aunque quede todo cursi, me apoyo en la pared dispuesta a escuchar ese ruido, el cual me recuerda a mi pueblo de Galicia, el cual me recuerda a mis abuelos, y a todas las experiencias que he vivido con ellos y con mis amigos. Mis fieles amigos que abandoné aquel verano, pero sigo manteniendo el contacto con ellos.

—¿En qué piensas? —pregunta Nick, que ahora está sentado a mi lado, no me preguntéis cuando llego ahí.

—Nada importante —hago una pausa. Por favor, eso es lo menos creíble. ¿Dónde coño dejé mi capacidad de improvisación este mes?— Bueno, en realidad sí. ¿Qué vamos a cenar? Porque yo tengo hambre.

—¿Y eres tú quién tiene hambre, la que se comió mi ración de patatas fritas? —cuestiona divertido. No sé qué pasó, pero al parecer el silencio que había mientras dormía le hizo relajarse, levantando ese lado de buen humor que tanto me gusta.

No me tientes, Álvarez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora