10. Emanuel

2.5K 277 82
                                    

Alejo asiente sin mirarme. No puedo evitar sonreír, sé que no me está escuchando como también sé que no le molesta que nos juntemos en casa.

―Vienen las chicas, así que me voy a comprar cervezas ―digo.

―Hmm.

―¿Vos querés algo distinto? Hable ahora o calle para siempre.

―Hmm.

Sigue con la vista clavada en su monitor, diseñando. Yo, en cambio, no puedo concentrarme en mis apuntes.

Pienso en Martina. Y en mí. Y en los mensajes que nos mandamos.

No soy una persona que maneje bien la ambigüedad. O me tiro a la pileta, o ni siquiera me pongo la malla.

Esto de estar hace más de un mes caminando por el trampolín, no está funcionando. No me siento bien conmigo mismo, creo que soy falso.

O sea, Martina puede pensar que estoy ofreciendo mi amistad sólo para conseguir algo más, cuando la verdad es que eso es lo que doy porque me parece inapropiado avanzar más. Hasta ahora.

No quiero ―ni puedo― dejar pasar más tiempo sin aclarar cómo son las cosas.

Si voy a quedar en la friendzone que sea porque Martina me puso ahí y no porque yo soy un boludo que no habla claro.

¿Y si me manda a la mierda?

Bueno. Supongo que siempre hay una primera vez para llorar por una mina ¿no? Escribiré un tango, me teñiré de azul, haré algo patético de lo que me arrepienta toda la vida y volveré al ruedo en un tiempo.

Con lo enmanijado que estoy, en unos cien años.

Junto tantos envases como encuentro y camino al súper.

Sigo leyendo los mensajes que manda Lore; Martina ya me avisó que no va a agarrar su celular porque la está acosando Darío.

Independientemente de lo que pase entre nosotros, Martina lo tiene que dejar. Me bastaron las pocas palabras que largó sobre el asunto para saber que es un pelotudo y que no la merece. Los recuerdos de esa primera tarde en su casa, cuando la abracé, me hacen preguntarme qué hay detrás de esa relación, qué es lo que hace que Martina «no pueda» dejarlo.

La quiero. Lo sé. Sin importar hacia dónde vayamos, quiero lo mejor para ella y para eso, necesito que me cuente lo que pasa.

Y para que me abra su corazón, tengo que ser honesto. Y ser honesto implica ser el primero en confesarse.

Pago y cargo las bolsas. Traje las de reciclables, por suerte, porque aguantan mejor el peso.

Nunca pensé que me iba a costar tanto hacer dos cuadras.

Creo que me sarpé con las bebidas. ¿Cuántos somos?

Llego con el último respiro y veo como Alejo les abre a las chicas. Apuro el paso.

Martina está entre ellas, puedo ver su rostro serio; no la está pasando bien.

―Esperen ―pido haciendo malabares.

Martina me sonríe y yo estoy por soltar las bolsas y correr a abrazarla.

―Dejame que te ayudo ―dice con esa voz suave que me vuelve loco.

―Puedo solo. ―No sé porque dije eso, es claro que no puedo.

Alejo se acerca a socorrerme y le agradezco en silencio.

¿Me parece a mí o se está burlando?

Todavía no le conté lo que me pasa con Martina, pero vamos, Alejo es mi mejor amigo. Con lo que me conoce, es probable que ya se haya dado cuenta.

Entonces, me abrazó (Completa)Onde histórias criam vida. Descubra agora