14. Emanuel

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Anoche fue fantástico. La tuve en mis brazos por horas y pude ver una luz al final del túnel.

Siento que tengo una oportunidad, estoy tan feliz que no puedo quedarme quieto; como un nene, mirando el reloj, esperando que sean las doce de la noche para abrir los regalos de Navidad.

―La voy a invitar al cine, ya fue ―le confieso a mi amigo―. Estoy seguro de que se va a prender a ver una de terror.

Miro los horarios y me decido por el Showcase así puedo sumarle a la salida un helado y un rato dando vueltas en el shopping.

Yo: vamos a ver Anabelle? Es de la muñeca del conjuro...

Martina tarda en contestar y yo me quedo todo el rato mirando el celular con el corazón en la boca.

Martina: dale

Largo el aire y siento el golpeteo acelerado de mis latidos.

Por primera vez en la vida, pongo esmero en vestirme. Alejo se burla un poco, aunque sin pasarse; sabe que estoy nervioso de verdad.

Termina por elegirme la ropa él cuando empiezo a contagiarle mi estado de ánimo.

―Ema... ―trata de serenarme. No lo consigue.

Sonrío tanto que creo que me va a quedar una marca en las mejillas.

―Te juro, Alejo. Te juro que no me lo estoy inventando.

―No es lo que digo...

―Ya sé. Ya sé, tiene novio, no va a ser de un día para el otro ―repito su consejo e intento escucharlo de nuevo a ver si esta vez se me graba.

Él está pasándola mal. Al fin me contó lo que pasó con Damien, lo está matando por más que intente jugarla de superado. Si hasta fuma ahora. Tuvo que admitir ―y se puso rojo de vergüenza al hacerlo― que le gustan los Lucky's convertibles porque le recuerdan a él.

―Alejo, posta. Estábamos en su casa y fue como, fue como... como si... como si ya fuésemos todo ―le cuento entusiasmado―. Fue perfecto. No hubo celu de por medio, fue como si el boludo ese no existiese.

«Pero existe» me recuerda mi mente y, un poco, la mirada de mi mejor amigo. Se calla para no herirme y yo se lo agradezco.

Estoy tan ilusionado.

La voy a poder abrazar de nuevo. Y capaz, si veo que se da, hasta me anime a besarla.

¡Dios, cómo quiero besarla!

Me pongo perfume ―si me viera mi vieja, se caería de culo― y hasta me peino con un poco de gel. No mucho, me molesta tener el pelo duro.

Hago todo el viaje de camino a casa de Martina refrescando la página del cine. No tengo tarjeta de crédito, por lo que ruego que, cuando lleguemos, aún haya asientos disponibles.

―Hola ―la saludo y le doy un beso en la mejilla. No puedo contenerme, y en lugar de solo apoyar «cachete con cachete», poso los labios.

Tan suave. Siento cosquillas y tengo que morderme para contener la sonrisa pava que se me dibuja.

―Hola ¿Me esperas que ya casi estoy? Me falta maquillarme ―dice y pasa con un estuche que parece la caja de herramientas del hermano de Alejo que es electricista.

―Estás hermosa ―se me escapa y se pone colorada. Yo también.

Cuando desaparece en el baño, largo el aire.

Me siento, pero no aguanto ni cinco minutos y vuelvo a ponerme a caminar por todo el departamento.

―Hola ―saluda Lore que pasa de la habitación a la cocina. Me guiña el ojo antes de volver a esconderse tras la puerta.

Entonces, me abrazó (Completa)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant