11. Emanuel

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Lo primero que hago al abrir los ojos es buscar mi celular.

Lo miro un buen rato. Me debato entre mandar un mensaje o esperar a que sea ella la que me dé un pie.

Anoche no pudo ser más clara

«Gracias». Lo que significa: No, gracias.

Pero quedamos como amigos ¿o no? No dijo nada en contra de eso, no me pidió que deje de escribirle. Aunque ahora sabe la verdad detrás de todo lo que digo.

Mis «buen día» son buenos por ella. Mis «estaba pensando...» se completan todos con un «en vos». Mis planes y propuestas tienen como finalidad verla.

A medida que fui abriendo mi corazón a Martina ―y con él, mi bocaza―, no pude evitar abrirme a mí mismo y darme cuenta que me pasan cosas más fuertes que un simple «me gusta».

Yo: Buen día. Cómo estás hoy?

Me quedo a la espera. Tilde gris, dos tildes grises, se ponen en azul, no llega la respuesta.

Fuck!

¿Y ahora?

Saco del cajón de la mesita de luz el regalo que le compré para su cumple ―es en unas semanas― y debato qué hacer.

¿Se lo doy o no se lo doy?

Es una cadenita de acero inoxidable con un dije de una «M». Me gustó en cuanto lo vi. La idea de que Martina use sobre su piel algo que le regalé yo hace que se me acelere el corazón. Los sentimientos de posesividad que siento me sorprenden, no suelo ser así, la verdad. Pero con ella todo es distinto.

Y ahora sé que nunca lo va a usar.

Me siento en la cama y busco a mi amigo para que me dé un consejo, o me consuele en el peor de los casos.

No está.

Eso me despabila por completo.

Existen dos razones por las cuales Alejo puede llegar a salir de la cama temprano: Está enfermo; el apocalipsis.

Y dado que ayer lo vi fumando, empiezo a esperar a los cuatro jinetes.

¡Mierda!

Me pongo mi jogging viejo, la primera remera que encuentro y hago una parada rápida por el baño antes de aparecer en el living dispuesto a rescatar a mi amigo del fin del mundo.

Está con la vista clavada en el monitor. Al parecer, diseñando. Sin embargo, cuando me acerco más, veo que no está trabajando.

Antes de que pueda leer bien, cambia de pestaña apurado y se vuelve a mí.

Me debo ver fatal. Nunca fui bueno escondiendo mis sentimientos; ese es el fuerte de Alejo, no el mío.

―¿Qué pasa? ―pregunta. Esconder los suyos y revelar los de los demás, los superpoderes de mi amigo.

―Me pasan cosas con Martina ―confieso y asiente como si la yo supiese.

Se para a hacer mate, dispuesto a escucharme hasta que largue todo y me sienta más liviano. Antes de seguirlo a la cocina, hago algo que nunca pensé que haría.

Me acerco a la PC y miro la pestaña que me ocultó con un rápido movimiento de dedos.

¡La puta madre!

―Alejo ¿vos? ¿cómo estás? ―intento al llegar a la cocina.

―Bien ―sonríe y se gira a vaciar el mate.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now