Epílogo

2.7K 305 205
                                    

Martina

Conseguí trabajo de niñera. No es que me alcance para vivir ni nada, pero me ayuda a sentirme más en control con de mi propia vida. Además, adoro a Ludmila y Rodrigo, los hermanitos de tres y un año de los que estoy a cargo.

También es bueno que son sólo seis horas y eso me deja tiempo para cursar y estudiar. Mejor, imposible.

Ya llevo meses sin tomar medicación y empecé terapia. La última vez, fue cuando llegó el veredicto del juicio: Se podría decir que perdí.

No conseguí la orden de restricción, lo único que se dictaminó fue el cese de acoso. Darío no puede llamarme ni ponerse en contacto conmigo, el problema es que no lo respetó. Y si bien sigo sin tener redes sociales y mi celular sólo lo conocen mis amigos y familiares, mi ex suele molestar a través de mis conocidos. La mayoría tuvo que cambiar su número al menos una vez y las reiteradas denuncias a la violación de la orden parecen caer en saco roto.

Sin embargo, y para mi sorpresa, en los últimos meses no tuve novedades de él. Parece haberse cansado de mí, lo cual agradezco con toda el alma.

Respiro, estoy en paz y soy feliz como nunca antes. Aunque la idea de que Darío se haya alejado me siguió haciendo ruido ¿Acaso los abusadores se cansan? No, la respuesta es no.

Por lo que hice algo que jamás pensé que sería capaz: lo stalkeé yo a él. Así descubrí que tiene una nueva víctima, una nena de quince años recién cumplidos.

―Ema, por favor ―le ruego―. Necesito hacerlo. No voy a poder dormir ni vivir conmigo misma si no lo hago.

―Voy yo, no quiero que te acerques ―contesta angustiado.

―Te amo. Lo sabés, ¿no? Si querés, acompañame, pero lo voy a hacer yo ―sentencio con firmeza.

―Te acompaño ―accede de mala gana y yo lo abrazo.

―Gracias, gracias, gracias. Sos lo más, sos perfecto, sos...

―¿Una bestia del sexo? ―dice en chiste y me río. Intenta ponerle humor porque si no, va a explotar.

Amo que acepte mis decisiones inclusive cuando no las comparte, como en este caso.

Viajamos a Ramallo al día siguiente, nos lleva Sebas. Ema insistió en que lo hagamos así, de manera de tardar lo menos posible y tener refuerzos por si la situación se pone fea. Yo no discutí, bastante que accedió.

Toco el timbre y espero con mi novio a mi lado. Sebas y Ali nos esperan en el auto.

―¿Sí? ―dice la voz de una mujer del otro lado.

―Hola. Buenas tardes, mi nombre es Martina, ¿puedo hablar un segundo con usted? Es sobre su hija.

La señora usa la mirilla para vernos y luego de unos segundos, abre la puerta. Sus ojos se posan en Ema con algo de nerviosismo, la gente siente más confianza con las mujeres que con los hombres.

―¿Qué pasa con Lourdes? ―pregunta y entiendo que no nos va a invitar a pasar.

―Pasa que se está viendo con alguien muy mayor, Darío Rodríguez. ¿Lo conoce? ―La mujer asiente tal y como imaginé que haría. Es que ese es su modus operandi, acercarse a menores con quienes tiene absoluta confianza, y violar esa confianza―. Bueno, él ya tiene antecedentes de abuso, aunque no pude probarlos, pero... sí, este, abusó...

La mujer abre la puerta por completo y nos hace seña de que entremos.

―Mi marido está en el trabajo ―dice nerviosa.

Entonces, me abrazó (Completa)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt