20. Martina

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Empiezo a sentirme distinta. Siento que así estoy destinada a vivir, con una sonrisa en los labios.

―¿Qué haces despierta tan temprano? ―la voz ronca de Lore me sobresalta un poco.

Me vuelvo y le sonrío.

―Me duele la cabeza, no podía estar más en la cama.

Mientras espero a que hierva el agua, me giro y sigo mirando por la ventana. Mi cocina da al pulmón de manzana y se pueden ver otros balcones, algunos patios y varios techos. Todo tan distinto a mi ciudad que me maravilla.

Hoy tengo un día contemplativo. Siento como Lore va y viene del baño al living hasta aparecer en la cocina de nuevo, justo cuando la pava comienza a chillar.

―¿Querés un té? ―le ofrezco mientras yo preparo uno de boldo. Mi amiga se ríe de mí.

―¡Qué pedo el de anoche! Dale, me tomo uno. ―Y empieza a revisar los saquitos hasta sacar uno con frutos rojos.

Estoy haciendo lo que se supone que debo hacer al quedar soltera: todo.

Salgo, me divierto ―sigo sin bailar―, tomo, hablo con gente ―o lo intento―, conozco lugares nuevos, personas nuevas y hasta tuve mi primer pedo.

―Le contaste a medio boliche de Emanuel ―me carga mi amiga.

Me pongo colorada y me largo a reír. Algo me acuerdo.

Salimos a bailar y yo, como siempre, me quedé en un rincón mientras mis amigas se divertían. De a poco, las chicas empezaron a empujarme, a ponerme en el medio de la ronda para que me mueva y a cargarme hasta que se me pase un poco la timidez.

Empezamos a tomar tragos distintos. Cada una iba a la barra, pedía uno al azar y lo probábamos todas. Llegué a desinhibirme un poco, lo suficiente para que los chicos se me acerquen a hablar.

Nunca me había pasado. En general, tanto el sexo opuesto como el propio, me rehúsa cuando notan que no largo palabra. Pero anoche estuve de lo más parlanchina y al parecer, le conté a todos los que se me acercaron que me gusta Emanuel.

―Me los tenía que sacar de encima ―me defiendo.

Lore pone los ojos en blanco de manera exagerada.

―A nosotras también nos lo dijiste como mil veces.

―Será porque ustedes también estaban pesadas.

Largo la carcajada y Lore me sonríe.

―Ya tenés tu cara de «Emamorada» de nuevo ―me carga usando una palabra que se inventó anoche.

Sí, es una buena palabra. Estoy «Emamorada» y no puedo contenerlo más.

Ya no es sólo pensarlo, o mandarle un mensaje. Es todo. Es planear estar con él en cada momento; es tenerlo presente en cada plan, en cada salida; es evaluar mi vida y los cambios que tengo que hacer en ella para darle a él un lugar que hasta hace unos meses creía imposible.

Darío es una amenaza sobre mí, una amenaza que sería una tonta en desestimar. El otro día, se apareció en Rosario y tuvimos una discusión horrible en un bar.

Sabe de Emanuel. Un fin de semana, en un descuido de Tiago, logró agarrar mi celu y leer mis conversaciones con Damien.

Lo único que lo apacigua, es saber que, a pesar de mis sentimientos, no pasó nada entre nosotros.

De momento, sigue manteniendo la fachada, pero es sólo por ahora. Sus palabras fueron claras: «ya tuve suficiente de tu jueguito, Martina. O volvés a Ramallo y arreglamos esto, o vas a conocerme enojado por primera vez en tu vida».

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now