23. Emanuel

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Estoy destrozado. Mi estado de ánimo es la letra de un tango cantado por Gardel*.

Cada tanto paso a Enrique Santos Dicépolo*, pero después vuelvo a Gardel. Y es que, no me la puedo sacar de la cabeza... menos que menos, del corazón.

¿Qué voy a hacer?

Nunca se me dio bien rendirme; soy más que tenaz, soy terco. Así y todo, puedo reconocer una guerra perdida.

La besé, me besó, y no quiso más de mí.

Lloré. Debo admitir que llegó mi momento en la vida en la que lloré por una chica. Alejo no estaba, así que me dejé llevar por mis emociones solo en mi departamento, lejos de la vista de todos.

Anoche, mi amigo se dio cuenta y se quedó en casa en lugar de ir con Damien. Valoro el sacrificio, aunque casi prefiero que no lo haga. Odio sentirme así, casi celoso.

Antes, cuando los veía juntos a ellos dos, me daban esperanzas. Si ellos pudieron, ¿por qué yo no? Y juntaba coraje y volvía a remarla con Martina.

Ya se rompieron los remos, se me acalambraron los brazos y se me paró el corazón.

Llego al living y veo a Alejo algo nervioso al teléfono. Está hablando con sus papás. Sus viejos son de las mejores personas que conozco en el mundo y vuelven loco a mi amigo con su cariño; no tanto como mi familia a mí, que son capaces de llamar a la policía si no contesto el teléfono, pero si lo suficiente como para que se ponga incómodo por las demostraciones de afecto.

Les está contando de Damien. Analía, su mamá, pide hablar conmigo para que yo dé fe de que el nuevo novio de su hijo es una buena persona.

Me río al tomar el teléfono y disfruto de los chistes. Los padres de Alejo saben hace más de un año que su hijo es gay, pero hasta ahora, nunca había llevado un novio a su casa.

Van a volver loco a Damien... No me lo voy a perder por nada del mundo. Mi abuela y mi mamá ya sabían que Alejo salía con alguien, ya no se aguantaban morderse la lengua.

Me levanto a arreglar el mate en cuanto termina la llamada.

―¿Te pensabas que se lo iban a tomar mal? ―pregunto al ver los nervios de mi amigo.

―No sabía cómo iban a reaccionar...

―Bien, Alejo. Saben hace más de un año que sos homosexual, creo que a esta altura el único miedo de tu mamá es que te quedes soltero ―me burlo. Analía, su mamá, es un poco chapada a la antigua y para ella ser soltero es quedarse «para vestir santos».

―Eso es el equivalente a la muerte en la familia Uriarte ―se ríe largando un poco de tensión. Veo como sus hombros se aflojas―. La verdad, no esperaba que lo tomen mal; tampoco tan bien.

―Lo van a querer a Damien, vas a ver. Mi vieja está como loca que lo quiere conocer, y mi abuela, uff... lo buscó en Facebook. Preparate...

Sonríe y yo no puedo evitar pensar en Martina de nuevo, es que sé que Damien y ella se hicieron súper amigos, compinches y confidentes. Si no fuese porque es el novio de mi mejor amigo ―y gay―, tendría que matarlo.

―¿Te dijo algo de Martina? ―pregunto intentando que mi voz no tiemble y respirando grandes bocanadas de aire, como cuando intentás no vomitar.

No sé si quiero saber. No hablar con ella me mata, pero saber que volvió con el ex me aniquilaría.

―No me dice ni mu, boludo. No hay caso... no quiero que te hagas ilusiones, pero creo que se te va a dar...

―¿Por qué? ¿Qué dijo? ―mi corazón se desboca y hasta siento que me late la sien.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now