31. Martina

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En cuanto rendí el final, me volví a Ramallo con mi hermano.

Aprobé y ni siquiera tuve ánimos de festejarlo. Sigo intentando ponerme en contacto con Damien, pero no logro comunicarme. A veces recibo un «visto», pero la mayoría de los casos, queda en apenas «recibido».

Mi familia está en plan navidad y siento aún más bronca. Quieren hacer todo juntos, con temáticas de deseos y espíritu de las fiestas. Lo único que me anima es ver a Tiago entusiasmado.

―Van a venir los tíos y los abuelos del sur a pasar las fiestas ―comenta mi mamá. Son la familia del lado materno, del lado de mi papá, tengo una abuela y un tío, nada más.

―Qué bueno...

―¿Podés mostrar un poco más de alegría? ―me recrimina.

―Ma ―dice mi hermano―, es que un amigo de ella tiene problemas.

Noto como Darío pone atención sobre nosotros y empiezo a temblar.

―¿Ah sí?

―Sí, el novio del chico de los dibujos ―explica Tiago.

―Ah, tu amigo gay... ―asiente mi mamá restándole importancia y noto que Darío se relaja. Sabe de Damien por espiar mi celular, me quedo masticando bronca durante todo el almuerzo.

La semana pasó con mucha pena y sin casi gloria. Hablando con Emanuel todos los días, con toda la familia ―con la que tenemos una relación distanciada y falsa― fingiendo que nos llevamos bien porque es navidad, con mis primos compitiendo con mi hermano por quién recibió los regalos más lindos... en fin. Otra fiesta en mi casa.

―Martina. ―Me corta el paso Darío y me mantiene lejos de la vista del resto de los invitados―. Te traje un regalo.

―No es necesario... ―contesto molesta.

―¡Podés terminarla! Vos sos la que me dejaste, no sé por qué estás enojada conmigo.

―¿No sabés? Darío, ya no tengo catorce. No jodas.

―No, no tenés catorce. Es tiempo que madures y entiendas...

―Ya entendí ―interrumpo e intento pasar. Me pone una cajita de terciopelo en la mano, por el tamaño, no necesito abrirla para saber que es un anillo.

―Tuvimos una crisis, puedo vivir con eso. Puede que parte de la culpa sea mía...

―¿Parte?

―El sarcasmo no te queda ―recrimina.

―Sumalo a mi lista de defectos ―replico y me estampa contra la pared. Me mete un beso con demasiada fuerza.

Es la primera vez que se atreve a hacer algo cerca de mi familia y me asusto. Está perdiendo el control.

―Terminala, Martina ―me dice con la cara a escasos centímetros de la mía―. Ya estuvo bien. Ya te divertiste, jugaste a ser grande y lo entiendo. No lo pasaste a los quince, lo querés vivir ahora; pero mientras te divertís, hay personas que sufren. Yo sufro. Te amo.

―Yo no te amo, Darío.

―No digás boludeces ―me mira atónito y luego furioso.

―No digo... ―Siento que sus manos aprietan mi cuello y las palabras se me atoran.

―Me amás y yo te amo. Eso no cambia. ―Abre la cajita y saca el anillo.

―Darío, voy a gritar ―amenazo―. Mis viejos están ahí. ―Señalo con la cabeza el patio.

―¿En serio? Martina, puede que vos estés cambiada, pero los demás estamos igual. ¿O ya te olvidaste cómo son tus viejos? ¿Lo que me deben a mí? ¿Lo que vos me debés? ¿Estás segura, mi amor, que querés decirles a tus viejos que te acostás conmigo?

Entonces, me abrazó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora