21. Emanuel

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―Me distraés ―le digo con una sonrisa boba en la cara.

―Si estoy en silencio ―se defiende Martina.

―Pero cuando estás en silencio sos muy linda.

―¿Cuando hablo no? ―se ríe y yo babeo un poco más.

―Cuando hablás, más.

Se pone colorada y me tira con un repasador.

―Y cuando te ponés roja, todavía más ¡Dejame estudiar! ―finjo indignarme―. Si bocho va a ser tu culpa. ―Le devuelvo el repasador.

―Te tendría que haber dicho que no vengas hasta que llegue Lore. Voy a poner música ¿te jode?

―No.

La veo ir hasta su notebook y se agacha mientras selecciona la playlist. De pronto hace mucho calor.

Bueno, tan de pronto no, porque es noviembre. Pero yo lo estoy sufriendo más de la cuenta. Martina está con un solero que le llega a la mitad de los muslos y que ahora se levanta un poco mientras se inclina.

Verla ir es tan bueno como verla llegar. El solero con tiritas poco hace para esconder semejante escote. Mis apuntes opinan que Martina es competencia desleal.

Hermosa. Es lo único que puedo pensar.

Tiene el pelo atado en una cola alta, algunos rulos se le soltaron en la nuca y me dan ganas de enredar los dedos y juguetear con ellos por horas.

Cuando se vuelve, se da cuenta que la estaba devorando con la mirada y se pone roja. Yo no. Dejo que sepa cuán loco me vuelve.

―¿Otra vez Adele? ―la pincho.

―Es el disco nuevo.

―Nuevo hace diez mil reproducciones.

Larga una risita y yo clavo mis ojos en sus labios. Se los muerde y yo transpiro. ¿Los puedo morder ya?

―Bueno, elegí vos entonces.

Me paro y no puedo evitar rodear su cuerpo con el mío, encerrándola contra el escritorio. Su perfume me llega y tomo una bocanada de aire.

―Pongamos algo para bailar ―propongo.

―¡No! ¡otra vez con eso de bailar! Ya te dije que no sé... además, estamos estudiando.

―¿Eso estamos haciendo? ―Quiero besarla, solo bajar un poco y posar mis labios en su mejilla. Se ve tan suave y esas pecas que me tientan...

―Intentábamos...

―Hasta que venga Lore, ahí volvemos a intentar. Ahora bailemos.

―¡Que no sé bailar! ¿en qué idioma te lo digo? ―Frunce el ceño y luce encantadora.

―Todo el mundo puede bailar. Lo que te falta a vos, es un buen profesor, o sea... yo.

Se gira entre mis brazos y me mira sonriente.

―Humildad cien por ciento ―bromea.

―Es talento, preciosa ―exagero mi arrogancia y nos largamos a reír―. Decime, con que ritmo querés empezar tu primera clase.

―No vas a dejarlo ¿no?

―No.

Quiero tenerla en mis brazos como la noche en que me di cuenta que me gustaba. Quiero saber qué se siente bailar con ella ahora que mis sentimientos son tan claros. Quiero besarla y abrazarla y que me diga que la espera terminó.

Entonces, me abrazó (Completa)Where stories live. Discover now