II: ¡Shuuri, sé mi niñera!

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Nota: los créditos respectivos están en la misma imagen. La coloco aquí y no de portada en el capítulo porque no encontré el link. xD

¡Disfruten!

Yuuri.

Por la noche, el señor Nikiforov llegó de un viaje y sedó a su hijo para hacerle varios estudios sin que preguntara. No me fui del apartamento, pues así me lo habían pedido padre y ¿niño? Me quedé hasta que Vladimir salió de su estudio a las tres de la mañana con una expresión preocupada.

—Olvidé un nuevo experimento en la mesa y Viktor se lo bebió. —Se desplomó en el sofá frente a mí y tomó su cara con ambas manos—. Vacié la sustancia con la que trabajaba en un vaso porque pensaba desecharla y Vitya regresó. Peleamos, él se enojó y... ¡Dios! ¿Qué voy a hacer?

—Señor Nikiforov, ¿él está bien?

—¿Qué? —Descubrió su mirada y negó con la cabeza—. Mi equipo está trabajando en un proyecto y lo que buscamos es reducir y maximizar el tamaño de los objetos, esto es sólo la base del experimento. Posterior a eso, íbamos a utilizar la fórmula para el crecimiento de mamíferos y plantas extintas. Incluso podría ser usada en órganos, pero no estaba lista —murmuró levantándose del sillón—. No habíamos experimentado con humanos porque cabía la posibilidad de que fuera una sustancia nociva para el cuerpo y mi estúpido hijo se ha convertido en el ratoncito de prueba.

—¿Eso quiere decir que no hay cura? —cuestioné, sintiéndome casi como un idiota porque no entendía por completo la situación.

—No, no elaboramos una cura porque se supone que era un experimento nuevo. —Resopló y se volvió a tumbar en el mueble—. Mi Vitya tiene los recuerdos de sus primeros cinco años y cree que su madre está viva. Me alegra saber que su salud es estable, pero continúa siendo una incertidumbre en el futuro.

—Y-Yo no sé cómo animarlo —balbuceé, a lo que el señor Nikiforov carcajeó.

—Perdóname, te envolví en esto, chico. Ve a casa, yo solucionaré los problemas.

Transcurrió una semana más. En siete días no vi a los rusos del edificio y comencé a preocuparme, pero cuando oprimí el timbre al quinto día, nadie salió ni me atendió. Quizá el señor Nikiforov estaba muy ocupado o quizá... No, Viktor debe estar sano y salvo. Si su salud hubiera empeorado, me habrían dicho, ¿verdad?

-n-

Y aquí estoy a las ocho de la mañana con los nervios erizándome los bellos.

—Oh, Yuuri —canturreó Vladimir detrás de mí y me di la media vuelta para encontrármelo a unos metros de distancia, saliendo del ascensor con un par de maletas—. Estuvimos en un largo paseo.

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