VII: Shuuri, hay muchos tipos de amor

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Yuuri.

Cargué al pequeño Vitya de la cintura y lo metí a la tina conmigo. Él no lo dudó ni un segundo y se sentó en mis piernas al ver que yo me acomodaba, mirándome de frente con sus hermosos ojos azules. Debido a su estatura, el agua lo cubría hasta sus hombros; muy diferente a mí, que me llegaba debajo del pecho.

Los cuatro patitos amarillos de hule flotaban en la superficie, rodeando las orillas de la tina. La familia Nikiforov podía ser muy infantil, y eso lo demostraban con los artículos de casa que utilizaban. Por ejemplo: había toallas con estampados de animalitos, tazas de colores o ese tapete felpudo con cuernos que sobresalía en la habitación de Viktor.

De hecho, tengo curiosidad de la existencia del tapete de la recámara de Vitya. ¿Se lo regaló su papá? ¿Se lo obsequió una novia? ¡No! Yuuri, ¿estás diciendo que el jovencito que te molesta diariamente puede ser romántico con su chica? ¿Qué? ¡Imposible! No me lo imagino en una relación tan empalagosa.

¿Cómo será la faceta de conquistador del fabuloso Viktor Nikiforov?

—Shuuri, ¡tú igual tienes una premium! —exclamó, sacándome de mis absurdos pensamientos.

—¿Premium? —repetí confundido y bajé la vista a él—. Oh, eso de ahí. Diría más bien que es tamaño normal, la tuya sí era premium.

Aquí vas, Yuuri, hablando obscenidades con un niño de cinco años. En serio, ¿qué está mal contigo? No son temas para discutir con menores de edad que apenas y pueden retener su orina con tal de no mojar las sábanas.

—Vitya, ¿quién te dijo eso de premium? —pregunté, extendiendo mis brazos en los bordes de los costados de la tina.

—Lo escuché de papi —contestó con una sonrisita traviesa—. No le digas que yo lo sé porque me regañará, Shuuri. Él dice que los hijos no deben oír las conversaciones de los adultos.

—¿Y por qué oíste esa conversación?

—Papi y mami hacían ruido en su cuarto y yo me desperté porque el monstruo del armario me asustó —murmuró, jugueteando con el agua que le salpicaba al golpearla con las palmas de sus manos—. Ellos me prohibieron entrar esa noche, pero mami fue a buscarme y me leyó un cuento de dinosaurios.

El apego emocional que tiene por su madre es muy especial. Realmente la ama y atesora más de lo que creí, así que será difícil cuando sepa que ella ha fallecido. No quiero que se entere porque no quiero que llore y sufra otra vez.

—Oye —lo llamé, atrayendo su atención—, tu cabello no está húmedo.

—Hagamos burbujitas —musitó, parándose para sumergirse por completo en el agua durante unos segundos—. ¡Santos Shuuris, no puedo respirar!

—Claro que no —negué carcajeándome—. Si respiras, el agua llenará tus pulmones.

—Woah, amazing! —Alzó los brazos hacia arriba y esbozó una encantadora sonrisa—. ¿Y explotarán?

—¿Quieres que exploten? —rezongué fulminándolo con la mirada—. Si explotan, Vitya dejará de acompañarme a desayunar, comer y cenar. Tampoco correremos ni iremos a los parques.

—¡No! —gritó y se abalanzó sobre mí, abrazando mi pecho—. Yo estaré con Shuuri siempre, siempre.

—¿Es una promesa? —interrogué, aun si ya conocía la respuesta.

—Lo prometo, Shuuri —afirmó y se acercó a mí hasta sostener mis mejillas—. ¿Puedo pedirte algo?

—Pídeme lo que desees, eres el rey de esta casa —canturreé, conduciendo mis dedos a sus mechones que goteaban—. Además, dijiste que somos novios, ¿no? Complaceré a mi bonito niño —canturreé, pese a mentir con nuestra relación. Sólo somos un par de vecinos conviviendo bajo circunstancias inesperadas. 

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora