XXXV: Confianza

2.1K 393 51
                                    



Yuuri.

—¿Quieres que la ayude?

—Sí —afirmé, y él recostó su cabeza en mi regazo mientras cruzaba sus piernas y continuaba con la lectura de un libro de portada rosada—. Mila se mudó ayer y quiere que la entrenes o que Yakov la vigile.

—Yakov regresará a Rusia mañana —murmuró sin ningún interés en lo que yo le pedía como un maldito favor—. Ah, ¿cocinarás hoy?

—Estás ignorándome —bufé, cruzando mis brazos a la altura de mi pecho—. ¿Por qué cambias el tema?

—Yuuri, si la acepto como mi compañera de prácticas, ¿no estarás celoso? —cuestionó, bajando el libro para levantarse del mueble—. ¿Crees que no lo noto? Eres mi novio, sé cuando algo te está preocupando y tú has estado ansioso.

—E—Es mentira —balbuceé, clavando mi mirada en el suelo. ¡Una señal de mi nerviosismo! Un indicador de que él había acertado—. Yo no estoy ansioso.

—¿No? ¿Me dirás que no has estado pensando mucho los últimos días y que no deseas reclamarme porque te he abandonado? —inquirió, acercándose con paso lento y seguro hacia mi lugar—. Mi entrenamiento, tu búsqueda de trabajo, la escuela y un montón de tonterías más; todo te ha afectado.

—¡No me afecta! —vociferé, reincorporándome de un salto. Apreté los puños y, sin observarlo, lo empujé para escapar de ahí.

—Katsuki Yuuri, no te atrevas —advirtió con una voz imponente y que sólo podía decirme cuán molesto estaba por mi actitud infantil—. Si pasas esa puerta, juro que voy a perseguirte y te romperé ese lindo trasero hasta que entiendas que te amo a ti. No hay nadie más, eres tú.

—Lo consideraré como una violación a la privacidad —siseé, pero me detuve. Mis pies no se movían más allá de la sala, temerosas a la reacción de Vitya.

—Si le digo que sí, ¿no estarás celoso? ¿No tendrás celos porque ella y yo compartimos nuestra pasión por el patinaje? ¿No pensarás que tú y yo no tenemos un pasatiempo en común? ¿No pensarás que me gustas porque me complaces, pero una chica es mejor para mí? —interrogó, y con cada pregunta, sentía una punzada en el pecho. Él me comprendía, descifraba lo que yo no quería revelar y detestaba ser tan débil.

Aunque trate de ocultar estos sentimientos, él los descubrirá. No puedo guardar mis problemas ni puedo ser indeciso. Vitya terminará interpretando mis emociones y me atacará sin previo aviso. Me confrontará porque yo jamás lo haré, porque yo soy el cobarde.

—Yuuri, tú eres el hombre que más amo —aseveró, girándose para envolverme en sus cálidos brazos y apretarme contra su cuerpo—. Por favor, no lo olvides.

—Perdón —murmullé, llevando ambas manos a mi rostro—. Perdón por ser tan tonto contigo.

—Está bien —canturreó, acomodando su mentón encima de mi hombro derecho—. Te amo incluso en los días en los que tu confianza está por el suelo.

Tarde o temprano, Viktor Nikiforov expondrá hasta mi pecado menos culposo. Y, aun así, él será mío. Me pertenecerá tal como yo le pertenezco.

Viktor.

-n-

—V—Viktor —tartamudeó, contemplándome con ese par de ojos brillosos que parecían dos torbellinos poderosos—. Lo sé, eres mi ángel, mi dios y mi pastor. —Sujetó mi mano izquierda entre las suyas y comenzó a acariciar mi blanca piel—. Tú eres el orgasmo visual de las fanáticas.

—Yuuri, esta mujer da miedo —refunfuñé, mientras mi novio sonreía divertido por la situación tan alocada en la que me hallaba en plena pista de patinaje—. Las chicas enamoradas son peligrosas.

—Son chicas, no monstruos —corrigió mi encantador Shuuri, soltándome del agarre que Mila ejercía en mi muñeca—. Bueno, vinieron a entrenar, ¿no?

—¡Yuuri Katsuki, déjame apreciar la belleza de esta criatura del señor! —exclamó la pelirroja, fulminando a mi cerdito con su mirada azulina, no tan bonita como la mía—. Si en el futuro hay un apocalipsis, este espécimen debe entrar al arca para que lo reproduzcan en la siguiente generación.

—¡Los hombres no se reproducen por sí mismos! —contradijo Yuuri, interponiéndose en el medio para alejarnos más.

—No conoces el M-Preg ni el Omegaverse, porcino incrédulo —protestó, señalando a mi novio con el dedo índice como si lo acusara de un crimen cruel.

—¡No soy un cerdo! —se quejó, agitando rápidamente su cabeza de un lado a otro—. Vitya es el único que puede decirme cerdito.

—Shuuri —lo llamé, colgándome de su cuello para besuquear sus suaves y redondas mejillas—, te amo.

—Qué melosos —bramó Mila, sentándose en una de las bancas cercanas a la entrada para atar los cordones de sus patines.

—Shuuri, te enseñaré a patinar —anuncié, convencido de que esta oportunidad nos uniría más como una pareja—. Vamos, te llevaré a los vestidores por ropa deportiva.

—No hagan cochinadas, pervertidos —amenazó Babicheva, y lo admito, yo planeaba eso.



Nota: ¡regresé a actualizar! Recuerden, habrá una sorpresa. 

¡Comenzamos a partir de hoy! <3 

Mi niñeraWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu