LI: Secretos no tan ocultos

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Viktor.

—Hueles a bebé —murmuró Misha, el intruso que estaba acostado sobre mis pies leyendo una revista de moda mientras yo sostenía un libro de Química—. ¿Le robaste talco a tu hermano?

—No, me bañé con él —argumenté, posando mi dedo índice en la pantalla del celular que camuflaba con la lectura.

—No le estás enseñando tus cochinadas, ¿verdad?

—No —negué, deslizando mi dedo para pasar a la imagen siguiente—. Todavía no le crece lo suficiente; es como una oruga.

—Deja de pervertirlo —advirtió, y por supuesto que no era mi intención. Debo esperar a que Luka cumpla mínimo quince años—. ¿Y por qué estás leyendo Química? ¿Cuándo comenzaste a interesarte en eso?

—Mejor dime cuándo te vas —refunfuñé, concentrado en la fotografía de un ¿trapito? Creo que así les llaman a esos tipos.

—Nunca —admitió, arrastrándose hasta acostarse a mi lado para echar un vistazo a lo que yo veía con tanto esmero—. ¿Te gustan esas cosas?

—No, me gusta la ropa que usan. Yuuri luciría encantador —susurré, de pronto imaginando a mi Shuuri con una tanga de encaje y un par de orejitas peludas en su cabello—. Joder, tendré una erección.

—Oye, ¿tu hermana adoptiva tiene novio? —cuestionó tan de repente, que incluso yo, el grandioso Viktor Nikiforov, me sorprendí—. Es muy linda, creo que podría quedarme por ella.

—Bueno, no sé —musité, mirándolo de reojo. Misha mostraba una expresión seria y embobada, así que era una señal de que no bromeaba—. Tenía novio, pero no he escuchado nada de él desde que volví de Rusia. Probablemente rompieron porque sus gustos no congeniaban.

—¿Gustos? —replicó curioso, dirigiendo su atención hacia mí—. ¿Es sádica? Si te soy sincero, ese tema es algo... llamativo.

—No, idiota —objeté, apoyando el libro encima de mis piernas—. Ella es... ¿cómo se dice? ¿Fujoshi?

—¿Eso se come o se bebe? —inquirió, enarcando una ceja. Sí, él podía ser más estúpido que yo.

—¿Recuerdas a Mila? Yakov también le dio una beca —articulé, rogando para que el cabeza hueca de mi amigo no lo hubiera olvidado—. Mila, la chica con curvas y cuerpazo. Te la querías coger.

—Ah, ella —enfatizó, asintiendo. ¿Cómo es posible que la recuerde sólo porque se la quería coger? —Estaba hecha un bombón.

—Mila y Eliza solían reunirse a veces y veían porno gay —confesé, tratando de reprimir esas memorias. No había sido agradable cuando me acosaban por pruebas de que Yuuri y yo somos novios—. En una ocasión me recomendaron un anime de soldados y guerras. Me dijeron que era una historia con excelente trama, y resultó que era yaoi.

—Nada más para saber, ¿cuál es el nombre?

—Maiden Rose —respondí, entonces Misha empezó a toser nervioso—. ¿Qué? No me digas que...

—Lo acepto, lo vi por mera investigación —aseveró, reincorporándose de mi cama de un brinco. Tomó su celular y caminó a la entrada de mi recámara—. Es que tú llegaste a Rusia presumiendo a tu dulce amante y, ya sabes, quería ilustrarme. La animación era agradable y se convirtió en una adicción.

—¿Me estás diciendo que te has visto más? —interrogué boquiabierto, y él sólo agachó la mirada. Eso era un claro sí.

—¡No me culpes! —exclamó, elevando sus brazos en el aire como si fuera inocente—. Te los puedo enseñar.

Mi niñeraWhere stories live. Discover now