XXVIII: Futuro

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Viktor.

Pronto, noviembre llegó. Yuuri cumplió veinticuatro años y estaba más ocupado terminando la tesis que, ¡finalmente!, esos malditos habían aceptado. Yo no sé quiénes eran, pero cualquiera que perturbara el corazón de mi novio merecía sufrir y lo iba a pagar muy caro. Bueno... no tan caro, Yuuri me regañará.

En diciembre, papá organizó una fiesta para festejar mi cumpleaños número diecisiete. Le pedí a Shuuri una felación, pero él me apretó mis pelotas de oro y me regaló un segundo caniche. Al tonto le dijeron que era hembra y en realidad era un macho, así que Makkachin tendrá que volverse gay con Vicchan. No entiendo cómo demonios no le vio el mini pene.

Y sí, se llama Vicchan. No sabía si sentirme feliz o desconcertado porque el perro tiene el nombre en mi honor. Papá y Yuuri se han burlado, a veces respondo cuando le hablan al perro y se echan a las carcajadas. A ellos les encanta fastidiarme.

El primero de enero había frío, me estaba congelando y papá se estaba casando con Sarah. La boda se celebró en un salón pequeño, fue una reunión íntima y celebramos hasta que la mañana nos indicó que era hora de dormir. Por supuesto, todos caímos rendidos y despertamos en la noche como si nos hubieran golpeado y arrastrado por las calles.

Algo vergonzoso fue el hecho de que, Eliza y yo esparcimos pétalos detrás de la novia mientras ella caminaba hacia el altar. Yuuri grabó la escena con la videocámara familiar y se rió de mí porque, según él, lucía terriblemente adorable. ¿Adorable? ¡Eso era una humillación!

En cuanto a mí, sólo debo agregar que sigo en abstinencia.

—Vitya, es tarde —murmuró adormilado—. Deja que descanse y te marco al rato.

—E—Espera —balbuceé sin despegar el celular de mi oreja—. Ya casi —deduje y suavicé los movimientos que ejercía mi mano derecha alrededor de mi erección—. Dime más, quiero oírte.

—¿Ah? ¿Más de qué?

—Hn —jadeé, cerrando los ojos—. Más, Shuuri.

—Oye, no me digas que te lo estás jalando —amenazó, e incluso esa amenaza me parecía una grandiosa estimulación para alcanzar la cima.

—Joder. —Mordí mi labio inferior y eyaculé en mis dedos al segundo siguiente—. Ha sido increíble, gracias por el servicio.

—¡Pervertido! —vociferó, colgando la llamada de no sexo.

—Sí —afirmé, esbozando una sonrisa de satisfacción—. Hoy dormiré como bebé.

Yuuri.

-n-

—Oh, Katsuki —saludó papi Vladi en el pasillo. Él saliendo de su departamento y yo entrando al mío.

—¿Vitya está en casa? No le avisé que llegaría temprano —musité, girándome para enfrentar al señor Nikiforov.

—Se fue con los perros a su entrenamiento, dijo que les ensañaría a patinar —informó, enarcando una ceja. No estaba de acuerdo, y yo tampoco. ¿Quién le enseña a un perro a patinar? —Eliza y Sarah se mudan esta tarde, ¿quieres acompañarnos? Pediremos sushi y camarones.

La última vez que escuché la palabra camarón fue de Viktor: Mi camarón está seco de amor, Shuuri.

—Claro, ahí estaré —aseveré, ignorando mis pensamientos culposos y pecaminosos.

Mi niñeraWhere stories live. Discover now