XLI: Cita [Parte 1]

2.3K 356 75
                                    


Yuuri.

Es sábado en la mañana y fui despertado por mi alarma porque tengo una cita con el diablo, es decir, con mi hermoso novio de diecisiete años. No sabía cómo vestirme porque tampoco sabía a dónde me iba a llevar, así que opté por prendas cómodas: pantalón de mezclilla, playera azul y un suéter blanco ligero.

Vitya no tardó en recogerme, llegó a las ocho y con la misma velocidad nos fuimos del departamento. No me dio pistas ni habló en el camino, pero cargaba una maleta pequeña que lucía pesada. Subimos a un taxi porque yo soy pobre para comprar un carro particular y él es menor de edad para conducir.

El trayecto fue rápido, el conductor conocía la ruta, así que deduje de inmediato que había cruzado palabras con Viktor antes. Estacionó en una banqueta y descendimos sin pagarle... Bueno, tengo un novio millonario, supongo que se arreglaron desde ayer o Vladimir intervino y conocía al taxista.

En fin, cruzamos a la calle contraria y ahí estaba el famoso lugar de nuestra cita: un parque con un lago en el centro. Sí, me había traído a un maravilloso lago que conectaba con la naturaleza. Definitivamente, su plan de deslumbrarme funcionaba.

—Es un picnic —mencioné mientras caminábamos al interior del parque y buscábamos un sitio para acomodarnos.

—Sí —afirmó, deteniéndose bajo la sombra de un árbol—. Dije que te llevaría al paraíso y... bienvenido.

—En verdad es sorprendente —respondí, mirando mi alrededor con una sonrisa de oreja a oreja, totalmente embelesado con el paisaje.

El pasto verde estaba cortado a la perfección y los enormes árboles se alzaban en todo su esplendor, formando un bosque lleno de colores y aromas. El aire que se respiraba era tan fresco y cálido, te hacía sentir como en casa, como si no quisieras irte de aquí. Y ese lago resplandecía por su belleza; el agua cristalina permitía ver a los peces nadando y algunas tortugas tomaban el sol a la orilla.

La gente, aunque poca, paseaba con sus perros y jugaba con sus hijos. Los niños corrían emocionados y carcajeando, participaban en carreras con sus bicicletas o volaban un papalote. También había parejas que aprovechaban los rayos ultravioletas y compartían un caluroso día comiendo un helado o besándose.

—¿Te gusta?

—¿Gustarme? —repliqué embobado—. ¡Me encanta!

—Me alegra —canturreó y se agachó para empezar a alistar nuestro picnic.

Lo ayudé a sacar el mantel con estampado de caniches y extendimos el pedazo de tela en el pasto. Encima colocamos unas botellas de agua, unas loncheras con comida y frutas picadas en trozos diminutos. ¡Eso no lo había hecho Vitya!

—¿Fue Sarah? —cuestioné, señalando la fruta. Él sonrió, asintiendo a mi pregunta—. Tú eres bueno en muchas cosas, pero no en la cocina.

—Soy muy bueno follándote —enfatizó orgulloso. Y claro, no iba a contradecirlo, esta vez no mentía y, sí, acepto que es un maestro del sexo.

—Pensé que el taxista iba a desviarse y nos llevaría a un motel, pero resulta que es un parque familiar —confesé, avergonzado de mí. ¡Santos Shuuris, necesito que me rocíen con agua bendita! Este demonio me arrastra al pecado.

—No es mala idea, pero creí que tú eras del tipo romántico y cursi —articuló conmocionado, enarcando una ceja—. Estoy impresionado de que pensaras que yo, Viktor Nikiforov, un angelito, podría actuar como un pervertido —murmuró con una voz herida. Obviamente estaba fingiendo—. Lastimas mi corazón, Yuuri.

Mi niñeraWhere stories live. Discover now