XXVII: No todo es malo

2.7K 434 209
                                    


Viktor.

Luego de desayunar, papá y yo nos encerramos en mi habitación para retomar la conversación pendiente.

—Mi celular... —murmullé, sentándome en el borde de la cama mientras él se recargaba en la pared frente a mí—, tú lo tienes.

—Sí, y lo tendré hasta que no estés castigado.

—¿Estoy castigado? —repliqué, alzando la mirada con la intención de fulminarlo con mis hermosos ojos azules, pero no funcionó.

—No leí todos tus mensajes porque sólo estaban los de un día, supongo que los eliminas —dedujo y en seguida bajé la vista al piso, asintiendo con la cabeza—. Bueno, leí unos pocos y está de más decir que tu vocabulario es... horrible. Yo no entiendo de dónde sacaste esas palabras tan obscenas.

—De la escuela y mis compañeros —murmuré, haciendo una mueca. ¿En serio no cree que mis amigos sean igual o más pervertidos que yo? ¿Qué edad piensa que tengo? ¿Cinco o diez años?

El dueño de este culo no es un nombre bonito para el contacto de tu vecino o... novio —balbuceó el último término—. ¿Katsuki no te regaña?

—Papá, ¿quieres hablar de cómo nombro el número telefónico de Yuuri? —cuestioné con algo de sarcasmo—. No es un tema que te incumba, es mi celular.

—Me incumbe porque tu novio es mayor de edad y yo estoy consintiendo que ustedes sean una pareja —declaró, y casi deseaba besarle los pies porque al fin lo aceptaba—. No puedo prohibirte que te enamores. Me hubiera encantado que formaras una familia y te casaras con una linda mujer porque quiero nietos, pero yo no voy a imponer mis caprichos en ti. Eres dueño de tu vida, Viktor, así que tú eliges lo que te hace feliz. —Hizo una corta pausa para acercarse a mí—. Eso no significa que te doy permiso de tener relaciones sexuales con él.

—¿Por qué? Nosotros ya lo hemos hecho y yo soy el activo en...

—Ay, ¡por Dios, Vitya! —exclamó, avergonzándose por mi honestidad—. No necesito saber quién recibe y no me gusta estar discutiendo esto con mi hijo.

—Tú querías —refunfuñé, observando de reojo cómo sus mejillas se coloreaban en un tono rojizo—. Eres un adulto viejo, tú ya has pasado por varias sábanas.

—¡Vitya! —vociferó, girándose al extremo contrario para cubrirse el rostro y que no lo "descubriera".

—Eres un viejo muy inocente —susurré, burlándome de sus reacciones—. Un señor cuarentón avergonzado como si fuera una quinceañera virgen. No, incluso las quinceañeras ya saben que el sexo es natural.

—¡Por todos los cielos, Viktor Nikiforov! —gritó, volteándose una vez más para enfrentarme—. Yo pensaba en ti como un niño dulce, tierno y que no tocaba ni una mosca.

—No toco a las moscas, son asquerosos con sus ojos saltones y verdes —contesté, recibiendo un doloroso coscorrón—. ¡Papá!

—Nada de sexo con Yuuri —ordenó, y sólo pude suspirar—. Y tampoco te quedarás a dormir en su departamento ni irás para allá.

—¿Qué? ¿Por qué? —interrogué, uniendo mis cejas en clara señal de molestia—. ¡Es una injusticia que me impidas experimentar!

—¿Experimentar? —repitió—. Yo no experimento desnudo.

—No, tu olvidas vasos con agua en la mesa para que tu hijo se transforme en un mocoso con pañales y biberón —gruñí, cruzándome de brazos e ignorando su mirada furiosa—. Vas a viajar, tendré oportunidad de escabullirme por ahí con Yuuri.

Mi niñeraWhere stories live. Discover now