XLIV: Un año

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Viktor.

Esta noche había pedido permiso para quedarme a dormir con Yuuri. Papá me concedió mi deseo como un hada madrina con vestido azul y varita mágica, advirtiéndome que, si rompía mi promesa de "No Sexo", quebraría la confianza que me tiene. Y tampoco pensaba defraudarlo, hoy será difícil.

Estoy perdiendo mi encanto de pervertido, ¿qué te pasa, Viktor Nikiforov? ¿El Poderoso estará enfermo? No, en la mañana se levantó conmigo y le di cariño en la ducha; lo limpié debidamente e incluso está brilloso. Podría jurar que reluce más que mi cabello, por no decir mi frente...

Tal vez son los nervios. Desde que vine al departamento, me acosté para esperar a mi novio porque sigue trabajando. Hoy tuvo horas extras y me dijo que había una posibilidad de ascenso, así que necesito mostrar una sonrisa cuando él llegue. No quiero preocuparlo, pero lo terminaré haciendo al decirle lo de mi viaje.

Rusia es una oportunidad que no puedo desaprovechar. Yakov es uno de los mejores entrenadores a nivel mundial y se ha fijado en mí, él ha visto lo que yo puedo lograr y está apostando en mi carrera. Si hubiera rechazado su oferta, me habría arrepentido años más tarde.

Sé que serán doce meses y no podré venir de vacaciones. Finalizaré la preparatoria en línea allá y comenzaré la universidad. Aunque no decido si continuaré con mis estudios o me concentraré exclusivamente al patinaje. Si elijo una licenciatura, sería algo relacionado a los idiomas o al turismo porque soy bueno hablando y convenciendo.

Y en verdad estoy dotado para el convencimiento humano. Yuuri es mi fiel testigo. Ya olvidé cuántas veces usé mi cara de chico tierno para que él me hiciera una mamada. Esos tiempos fueron maravillosos; era como alcanzar el cielo y las estrellas. La boca de Shuuri es ardiente y su lengua alrededor de mi pene es...

—Vitya, ¿qué haces aquí tan tarde? —cuestionó, sorprendiéndome porque ni siquiera había oído el crujido de la puerta.

—Pienso en ti —respondí y me reincorporé para sentarme en la orilla del colchón. Mi lindo cerdito aflojó su corbata y lanzó el saco en la cesta de ropa sucia, entonces se acercó hacia mí.

—Seguramente son obscenidades —mencionó, acomodándose en mi regazo. Trasladó sus manos detrás de mi nuca y me regaló un beso en los labios—. ¿Vladimir estaba de buen humor?

—Sí —aseveré, atontado por las sutiles caricias que Yuuri le daba a mi cuello—, pero aún estoy condenado a la castidad.

—Mala suerte para ti —canturreó, alejándose unos centímetros. Me miró fijamente unos segundos, tan sólo para esbozar una hermosa sonrisa—. ¿Y? ¿Qué me dirás? Vladimir no te habría dejado venir si no es porque tienes que hablar conmigo.

—Me conoces demasiado —murmullé, envolviendo su cadera. Una vez más, acorté la distancia entre nosotros y fui directo a atacar su clavícula—. Perdón por no haberlo comentado contigo.

—Necesitas parar con tus besos o no podré escuchar correctamente —refunfuñó en un jadeo poco inaudible. Sabía que él se prendía rápido, pero la abstinencia le ha afectado igual que a mí. Eso me entusiasma—. V—Vitya —gimoteó, curveando su espalda al sentir mis gélidos dedos que se encargaban de descubrir su hombro izquierdo.

—Creo que estoy a punto de tener una erección —gruñí, soltando un suspiro contra su cálida piel—. El Poderoso me está rogando mucho.

—B—Basta —balbuceó, apartándose para poder contemplar mis ojos azules. Su expresión era divina y ese sonrojo en sus mejillas acentuaban sus facciones—. Anda, ya dime.

Mi niñeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora