XX: Vamos a descontrolarnos [Parte 1]

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Viktor.

—¿Te irás sin pedirme permiso? No recuerdo haberte criado así.

Me detuve en el corredor de la entrada y miré a papá, quien sostenía una taza de café humeante y vestía una bata de laboratorio. Él sólo dirigió su furia en mí y enarcó una ceja, como si esperara una respuesta que lo alegrara.

—Yo no recuerdo que me hayas criado, lo hicieron las mujeres que contrataste y mi madre —contradije. Descolgué mi gabardina negra del perchero y me di la vuelta, dispuesto a largarme.

—Al menos dime dónde será para ir por ti —contestó con desanimo—. Quiero involucrarme en tu vida social, hijo.

—No hace falta, Yuuri me acompañará. —Quité el seguro de la puerta y abrí, titubeando en mis pasos—. Es una reunión, nada de alcohol ni drogas. No te expondré ni haré el ridículo, papá.

—No me preocupo por mí, lo hago por ti —objetó y escuché que se acercaba—. Vayan con cuidado y avísame para buscarlos.

—Dije que no es necesario —repetí, casi a punto de gruñirle porque no entendía—. No quiero que vayas por nosotros, Yuuri me cuidará muy bien. Además, pienso quedarme con él hasta mañana.

—¿Hasta mañana? Oye, Viktor, estás molestando a Katsuki —bufó, y lo enfrenté enojado. En serio me enfurece que se haga pasar por el padre más amoroso, cuando nunca lo ha sido—. Él debe tener alguna cita con su novia o quizá salga con sus amigos, deja de presionarlo para que esté contigo.

—A diferencia de ti, Yuuri jamás se esforzaría para pasar un momento conmigo. Lo hace porque quiere, no porque se sienta obligado —bramé y le empujé la puerta en su cara.

Suspiré un par de veces antes de caminar hacia el departamento de Yuuri, pero él me tomó desprevenido a mitad de pasillo. Saludó con su mano y me sonrió, llamándome para que lo alcanzara.

—¡Shuuri! —exclamé, colgándome de su cuello—. Luces tan guapo.

—D—Detente, Vitya —balbuceó, agitándose entre mis brazos para que lo soltara—. ¿Qué sucede? Estás muy feliz.

—Siempre soy feliz con Yuuri —murmullé, alejándome sólo para besar su frente—. ¿Nos vamos?

—¿Y mis orejas? ¿No era una fiesta de disfraces?

—Oh, eso... Makkachin rompió las diademas con orejas, pero puedo comprártelas si las quieres —respondí, mirándolo de reojo. Sus mejillas enrojecieron lo suficiente como para apretarlas, pero no lo hice.

—N—No, gracias —negó, frunciendo su boca en un lindo puchero.

La felicidad de estar con la persona que más amas no se compara a nada en el mundo. Creí que una medalla de oro en el patinaje era una sensación placentera o que las confesiones de las chicas me animaban, pero él es distinto. Yuuri hace que mi corazón sienta una calidez inexplicable, como si con él me bastara para respirar.

Estos sentimientos son capaces de ahogarme en un segundo. Me aterra pensar que algún día, Yuuri pueda encontrar a una mujer que llene todas sus expectativas; una mujer que no sea inmadura ni tenga dieciséis años. Si ella llegara a existir, ¿tendría la fuerza para dejarlo ir o lo retendría?

Supongo que no lo retendría. Si hay una chica que lo ame más que yo y lo haga un hombre dichoso, rompería los lazos que nos unen a él y a mí. No soy tan cruel para obligarlo a permanecer conmigo por un capricho. Lo amo demasiado y lo menos que deseo es verlo ser miserable a mi lado.

Mi niñeraTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon