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Los truenos retumbaban alrededor de aquella niña cada vez más fuertes. Ella siempre daba la cara por los demás, siempre defendía al atolondrado de su hermano mayor, pero ... Las tormentas le quitaban el aliento y hacían que se convirtiera en algo tan débil y asustado que nadie podría hablar de su coraje en momentos como ese.

Esta vez, el sonido que rompió el cielo se escuchó tan próximo a ella que, sin importarle ya nada, gritó temblando de pies a cabeza. Odiaba estar sola en casa cuando la lluvia envolvía su mundo. Se sentía sola y desesperada por que alguien llegara.

Al cuarto trueno, la pequeña no resistió más y dejó que las lágrimas fluyeran por sus mejillas. Siempre intentaba parecer fuerte y mayor, pero en realidad, era sólo un cuerpecito enclenque y poco menudo que se rompía en noches como aquella.

No pudo asegurar cuánto tiempo transcurrió hasta que la puerta corredera de su habitación se deslizó a un lado dejando a la lluvia alcanzar la alfombra de terciopelo. Por un segundo, la niña de apenas seis años, sollozó aún más fuerte aterrada.

- ¿Maya? ¿Estás bien? -se escuchó por toda la habitación cuando el niño hubo cerrado la puerta.

Ella se encogió al lado de la cama incapaz de pronunciar palabra escondiéndose de su amigo. No quería que él también viera lo débil que era y lo usase en su contra, así que, tapó su cabeza con ambas manos y se escondió todavía más entre la cama y su mesilla de noche.

Sin embargo, Jungkook, ya lo sabía.

Habían jugado tantas veces entre esas cuatro paredes, que el niño conocía perfectamente dónde se podía estar resguardando su amiga.

La encontró hecha un ovillo de brazos y piernas en una esquina llorando y retorciéndose inquieta con cada bocanada de aire que tomaba.

Él no pudo evitar sonreír levemente al descubrirla, pero la sonrisa se esfumó de sus labios cuando vio que no se encontraba nada bien. Jungkook sintió un gran peso en el pecho al vislumbrar a Maya en la penumbra de su habitación.

Querría haber estado con ella todo el tiempo para que no hubiera tenido miedo, pero le había sido imposible escaparse de casa antes y se arrepentía de ello.

Gateó por el suelo sin apenas hacer ruido manchando la alfombra con el agua que lo había golpeado al salir de casa y pasar corriendo el jardín. Su madre diría que así sólo conseguiría pillar un buen resfriado, pero a él no le importaba en absoluto enfermar. Sólo quería estar con Maya.

- Maya ... -susurró ya a su lado mientras se sentaba sobre sus rodillas.

La niña negó con intensidad la cabeza, pero no respondió a su llamada porque el siguiente estruendo le quitó el aliento.

- No te preocupes, es sólo agua -añadió intentando reconfortar a la niña.

Acercó su mano mojada a la de Maya y ella no tardó en sujetarla con una fuerza increíble a pesar de ser tan pequeña. Estaba tan asustada que sólo le importaba qué él se quedara allí, a su lado.

- Yo ... -pero su vocecita apenas era audible.

Jungkook se acurrucó a su lado y Maya alzó la mirada todavía derramando densas lágrimas. Parecía mirar a su amigo con curiosidad y algo de temor. Ella no quería que Kookie la dejase tirada al descubrir que era una miedosa con pánico a las tormentas. Demasiados niños se habían reído de ella por eso.

- ¿Q-Qué haces? -dijo al notar un pequeño revuelo en su interior.

Él todavía sostenía su mano y no pensaba soltarla. Jungkook la miró regalándole una dulce sonrisa antes de entrelazar sus dedos. Él no lo admitiría nunca, pero también tenía miedo. No era un miedo como el de Maya, sino uno que lo ahogaba de solo imaginarlo. Notaba cómo el terror a separarse de ella se extendía por todo su cuerpo. Si Maya no lo aceptaba, ¿quién lo haría?

Esa niña malhumorada e inocente se había convertido en algo más que en su compañera de juegos.

- Me quedaré contigo -sus palabras provocaron la sorpresa de la niña.

Y entonces, un relámpago iluminó la estancia y ambos pudieron mirarse a los ojos por unos instantes. Jungkook sabía que Maya no temía a los relámpagos, pero ella se acercó a él con urgencia. Ese gesto apaciguó levemente su alborotado corazón. Le encantaba cuando ella hacía eso, aunque siempre mintiera diciendo que esa sería la última vez.

Sin embargo, aquella vez fue diferente. Maya se hundió en su regazo todavía temblando por el último trueno sin importar que él estuviera húmedo y helado. Se hizo tan diminuta ante sus ojos, que Jungkook se obligó a tocarla lo menos posible, porque para él, corría el riesgo de romperla.

- ¿Lo prometes? ¿De verdad? -inquirió ella con la voz acuosa a la vez que abrazaba el torso de Kook desesperada.

Él tragó saliva sabiendo que su pulso se había descontrolado y que el frío que lo había invadido minutos antes el correr bajo la lluvia iba desapareciendo al sentir la calidez de la pequeña.

Y, por primera vez, habló con total sinceridad.

- Sí -dijo abrazándola mientras su corazón daba saltitos dentro de él-. Lo prometo.

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