TRATA de no enamorarte [YoonMin]

CAPITULO 46 Esperanzas

Las luces habían regresado casi de inmediato, algo así como veinte minutos, media hora quizás, pero fue tan extensa la oscuridad como nunca hizo falta luz en ese sitio desde nunca. Jonathan miraba detenidamente el rostro de un dormido Jimin, acariciando cada tanto alrededor de la herida que tenía en la ceja, chasqueando la lengua cuando pensaba en la posible cicatriz que se le haría ahí, porque cuando hizo presión para que dejase de sangrar, el flujo del líquido parecía haberse adaptado a escurrirse por esa herida.

¿Qué tan fuerte le habría golpeado ese puto chino, como para desmayar a Jimin?

¿O tal vez el shock en sus terminaciones nerviosas cuando lo reconoció como su principal agresor en Rusia, habían influido al desmayo?

Una vez más el aire ardió, quemando todo en sus adentros, mientras esa comezón tan usual de su enfado regresó a picarle los dedos con la pura intención de golpear y lastimar. Le hervía la sangre y su cuerpo manifestabas extraños síntomas en él que lo llevaban a querer malograr a alguien.

Se alejó de Jimin, abrió y cerró sus puños un par de veces, pero esa sensación de daño no se alejaba. Estaba tan malditamente mal que sintiera estos desenfrenados deseos de querer golpear a cualquiera, porque sabía que no importaba incluso si era un conocido, él solamente quería descargar la rabia que lo consumía por dentro.

Tiró uno, dos, tres puñetazos a la pared que sostenía de lado la cama de Jimin, y deseo tener al Mexicano cerca, para poder arreglar el tema del partido que les quedó pendiente cuando los yankees les separaron para poder terminar el juego, y no de la manera en la que ellos esperaban hacerlo.

Volvió a sentarse a los pies de la cama ajena, reposando su espalda en la fría pared que segundos atrás agredió, sintiendo el frío de ésta recorrer la columna, cerrando los ojos con la intención de calmarle, pero de nuevo esa imagen de su amigo ensangrentado y siendo dejado a su suerte en el cuarto, lo asaltaron.

¿Es que no les importaba continuar matándolos como moscas?

Sus enormes ojos se cristalizaron de ira, escociendo y dejando fluir la angustia de saber que ellos eran nada, simples piezas en ese rompecabezas desechable y reciclable. Porque como si no fuera poco, una vez de asesinarlos los despojaban de toda vitalidad interna. Eran una fuente de dinero, incluso de la piel hacia adentro y eso era tan despreciable.

Quizás, ésta era la única razón por la que Jonathan entendía al chinito en su rechazo constante al cariño del mandamás, que era incansable en cuanto a querer conquistarle todo el jodido tiempo, como un estúpido perro faldero a la espera de un cariñito de su amo, en una situación tan irónica debido a la inversión de papeles, cuando el jefe era el perro y el chinito pasaba a ser el amo.

Ese hijo de puta deseaba con tanta insistencia a Yoongi, que lo regocijaba el ver la falta de interés en el chinito por él.

Y aun así, a veces no parecía ser suficiente.

Despreciaba tanto la des-humanización en Choi, que más de una vez pensó en dañar a Yoongi con el fin de llegar a Seunghyun, pero todo aquello se borraba cuando notaba la tristeza oculta tras el océano chocolate que tenía por ojos el rubio, lo mal que lo trataban los otros, el odio irracional que todos desarrollaron cuando Johnny murió, la lejanía que lo salvaguardaba pero que lo aislaba al mismo tiempo, las pocas veces que supo reconocer los rastros de un llanto mudo, en su mirada por las mañanas.

El chico era tan infeliz, y nadie más podía verlo por estar encerrados en sus propios fantasmas e ideas. Pero Calleri siempre fue atento y perceptivo, siempre fue un paso adelante y por eso siempre trató de mitigar las agresiones violentas para con el chinito, siempre expuso su opinión sin ningún miedo a ser catalogado como marica, y cuando Briseño le dio la derecha a sus convicciones, desalentando los malos deseos del grupo para un chico que estaba en igualdad de condiciones que todos, Calleri supo que podía llegar a contar con alguien.