CAPITULO 30

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SAMUEL: Iré a verla no puedo seguir así con esa desesperación de saber si está bien o si algo malo le pasó.

Pregunté en la recepción del hospital y me dieron el numero de habitación en la que se encontraba, decidí subir y fijarme si su madre y hermanas seguían allí. No había nadie, menuda suerte la mía.

entré a la habitación y se encontraba dormida como todo un ángel, me acerqué, tomé su mano con delicadeza y fui a su boca decidido a darle un beso. Despertó bruscamente, exaltada. Sus ojos se abrieron como si yo fuera un completo extraño para ella.

ANDREA: Tú quién eres, qué haces en mi habitación? Porqué me ibas a besar?

SAMUEL: Esos ojos que ví, esos que me acaban de mirar no son esos ojos tan hermosos de los que tanto me enamoré

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SAMUEL: Esos ojos que ví, esos que me acaban de mirar no son esos ojos tan hermosos de los que tanto me enamoré. 

Me miraban distinto, estaban perdidos, sin dirección, como si nada a su alrededor tuviera sentido. Allí estaba yo, parado frente al amor de mi vida con una lágrima que resbalaba con dolor, con profunda tristeza por mi mejilla.  Ella trataba de descifrar, de conocerme pero dentro de mi corazón sabía que no tenía idea de quién había entrado como un intruso a su habitación.

Me habló pero mis pensamientos estaban fuera de mí, se encontraban en aquella cascada, en esa cabaña donde nos amamos, donde nos conocimos.

Tomé su mano, la besé y con un nudo en la garganta la dejé.

Vagaba por los pasillos de aquel hospital, hablándole al cielo de lo injusta que ha sido la vida conmigo arrancándome a las dos mujeres mas importantes de mi vida entera. Desearía con todo mi ser luchar por ella, pero no puedo luchar contra algo que me sobrepasa, es inferior a todo lo que siento. Andrea no puede reconocerme, me considera un extraño, alguien que nunca ha estado en su vida. 

La Amo con locura, con toda mi alma, pero definitivamente esto es más fuerte que yo.

ANDREA: Un hombre intentó besarme, abrí los ojos como platos, me sentía desorientada, no conocía nada a mi alrededor, donde diablos estaba, porqué estaba ahí y mi cuerpo está tan adolorido como si un tren me hubiese atropellado.

Definitivamente a él no lo conocía, pero algo en su mirada estaba mal. Se veía perdido, tanto como yo y comenzaron a salir lágrimas de sus ojos. 

Qué haces aquí -pregunté- pero no respondió. 

Porqué querías besarme - su mirada seguía sin prestar atención-

Tomó mi mano la besó y se marchó sin decir nada. 

Ese hombre era guapísimo, parecía un modelo de revista, su cuerpo estaba trabajado y aunque no se veía nada bien -Se notaba triste y con un profundo dolor-, era joven y apuesto. Era ese tipo de hombres varoniles pero rústicos, de esos que le mueven el piso a cualquiera. 

Dos Caminos, Un solo Destino.Where stories live. Discover now