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Carla Martí

El tiempo que pasamos en el aeropuerto de El Prat mirando las horas pasar fueron incontables. Cassey tenía apoyada la cabeza sobre mis piernas, yo me apoyaba en el hombro de Ashley, Chloé estaba tirada en el suelo del aeropuerto con la cabeza sobre tu maleta y Taylor daba vueltas con las manos en su cintura.

Estábamos nerviosas, sí. Era nuestro primer viaje solas, bueno, era mi primer viaje sola con ellas. Al empezar la carrera de enfermería en Nueva York, juramos que al terminar la carrera nos iríamos de vacaciones a algún sitio muy lejos de allí. A una playa donde nadie nos pudiese encontrar. Pero allí estábamos, con cinco horas de retraso en nuestro vuelo, y debíamos hacer el check in en unas horas.

—¿Qué vamos a hacer? —Preguntaba Taylor, pasándose la mano por sus mechones de pelo rubio.

—No lo sé, Taylor. —Chloé la miraba desde el suelo arrugando la nariz. —¿Te quieres sentar?

Pasajeros del vuelo de Iberia con destino Palma de Mallorca, por favor, vayan al punto de facturación. —Todas saltamos de nuestros asientos al escuchar aquello, incluso Chloé que parecía estar ya medio dormida.

—Nosotras, sí, nosotras, vamos. Adelante. —No pude evitar reírme y nos levantamos todas a la vez cogiendo nuestras maletas.

Era emocionante y aterrador a la vez. Desde que tenía trece años no había salido de casa, ni siquiera había ido a otro estado para hacer la carrera, me quedé en Nueva York para así poder estar con mis padres. Algo estúpido, ¿verdad? Pero el mundo exterior me aterraba.

Nos acercamos al mostrador, y tuve que acercarme yo a hablar porque era la única que sabía español. Mi padre era de un pueblecito de Girona, pero se fue a Nueva York a estudiar y allí conoció a mi madre. Según lo que me dijo la chica, el vuelo había sido cancelado.

—Chicas, nos han cancelado el vuelo. —Dije dándome la vuelta, cogiendo los formularios que nos había dado la chica. —La compañía nos ha asignado sitio en un ferry, tenemos que ir al puerto.

—¿Y cómo vamos al puerto? —Preguntaba Cassey, cogiendo el papel en el que la compañía confirmaba que teníamos sitio en el siguiente ferry.

—En taxi, no saldrá muy caro entre cinco.

Así que nos dirigimos hacia la puerta de la terminal, y aunque hacía fresco porque era de noche, sabíamos que el calor de principios de mayo sería horroroso.

Hola, buenas tardes señor. —Dije educadamente, acercándome a la puerta de un taxi.

Dígame. —Él se bajó las gafas para mirarme.

¿Sería tan amable de llevarnos al aeropuerto? —El señor asintió y salió del coche, abriendo el maletero para meter todo nuestro equipaje. Las chicas y yo ya estábamos dentro, y el señor se sentó al lado de Chloé que se puso delante, arrancando.

—Wow, los taxis aquí se parecen mucho a los de Nueva York; amarillos y negros. —Dijo Cassey mirando por la ventana.

Salimos del aeropuerto y yo no podía dejar de mirar por la ventana. Quería ver aquella ciudad, Barcelona era sin duda una de las ciudades más importantes del mundo, y estábamos allí pero no teníamos tiempo para verla.

—Seguro que Mallorca está llena de tíos buenos, ¿verdad Carla? —Ashley me dio un codazo, y o salí de mi burbuja mientras miraba el mar. Tíos buenos. Nunca me habían atraído los chicos, eso era bastante raro. En mi defensa diré que no había visto mucho mundo, y que no sabía qué me gustaba y qué no. Eso mis amigas lo sabían; yo nunca les dije mi sexualidad.

una postal desde barcelonaWhere stories live. Discover now