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Carla Martí

Sentí un chorro de agua en la espalda y la arqueé, girando la cabeza. Noah estaba en la hamaca con una puñetera pistolita de agua amarilla, lanzándome chorros desde el allí.

—Ven aquí. —Volvió a lanzarme un chorro, esta vez en el trasero.

—Deja de dar por culo. —Gruñí girando la cabeza hacia el lado contrario. Noah volvió a lanzarme agua en la espalda.

—Me voy a comprar una más grande aún. Ya verás cómo así te levantas. —Volvió a dispararme en el culo, sin parar de molestar.

—Noah, déjame en paz, estoy tomando el sol.

—¿Por qué no te tumbas aquí conmigo? Por fa. —Me pidió, no sin antes lanzar otro maldito chorro de agua a mi culo.

—¿Y por qué no tomas tú el sol? —Me puse de rodillas en la toalla, colocándome bien las gafas.

—Porque me gusta estar aquí... —Dijo como si fuese una niña pequeña.

Me levanté de la toalla colocándome bien la braguita del bikini y el sujetador, caminando hasta la hamaca.

—Ya has mojado la hamaca. Con lo bien que estaba yo tomando el sol. —Me quejé con una mueca. Me tumbé a su lado, con la cabeza sobre su hombro una mano sobre su abdomen.

—Carla, ¿algún día vas a dejar que te toque las tetas? —Preguntó susurrando. Me hizo demasiada gracia aquello. Salía de la nada con preguntas subidas de tono que me sacaban carcajadas.

—Puedes tocarlas. —Pero Noah no se movió, se quedó con los ojos cerrados y su cabeza apoyada contra la mía. —¿No vas a tocarlas?

—No he dicho que quiera. —Frunció el ceño, casi ofendida.

—Oh, muy bien, pues ahora no las puedes tocar.

—¡NO! Es broma, sí que quiero. —Me hizo reír su reacción, así que me giré y volví a acurrucarme contra ella.

Me besó, y yo le respondí jugando a lo que ella quería. A que mi lengua se enredase con la suya, al sonido de nuestras salivas mezclándose, de nuestros labios despegándose, mojándose, queriéndose. Sus manos acariciaban mi muslo de tal manera que llegaba hasta el trasero, y mi mano se dejaba llevar por su abdomen. Entonces, mientras me estaba besando le mordí el labio y lo raspé con mis dientes hasta soltarlo. Mi mano, a la vez que mi lengua se retorcía en la boca de Noah, comenzó a bajar por su abdomen, hasta colarse por la goma del pantalón. La dejé allí, y con mis uñas raspé su pubis, retirándola al instante. Di un besito final en sus labios y me separé, dándole un golpecito en la entrepierna ya que había abierto las piernas de la excitación.

—No... —Se quejó dejando caer la cabeza contra mi hombro, derrotada. Yo me levanté de la hamaca y le di un beso en la frente.

—Sí.

—¿Por qué haces eso? Me tienes mal... —Noah se levantó de la hamaca y se puso su gorra hacia atrás, caminando hacia la salida de la piscina.

—Puede ser peor, ¿sabes? —Le advertí mientras bajaba las escaleras de la piscina, a la vez que entraban las chicas.

—¿Ah, sí? —Me estaba retando, me estaba vacilando como quería, y lo iba a pagar.

—Oye, oye, oye, ¿me traes un refresco con pajita? —Noah rodó los ojos al salir.

Miry y María dejaron sus toallas en las tumbonas que había alrededor de la piscina y entraron conmigo al agua. Miry se puso a mi derecha en el bordillo, y María a la izquierda, ambas observando las vistas al mar que teníamos desde la casa de Noah.

una postal desde barcelonaWhere stories live. Discover now