21

9.9K 642 108
                                    

Carla Martí

Los rayos de sol de la última hora del día eran los mejores. No ardían, no calentaban, simplemente rociaban la luz sobre nosotros lo suficiente para que pudiésemos apreciarlos, cálidos y suaves, casi como una caricia al final del día para decirnos que todo ha ido bien, para curar heridas.

Pero no todo siempre fue bien.

En Nueva York no hacía este sol, y si lo hacía no podía verlo porque estaba metida en un hospital. Podía verlo en la tele, en los telediarios donde decían que ese día rozaríamos los treinta grados y las playas de Rhode Island estarían colapsadas. A veces se colaban rayos de sol a través de las persianas, pero no, eso no era suficiente para aliviarme.

—¿Pensando en lo de anoche? —Abrí los ojos cuando escuché a Noah. Yo estaba sentada en el jardín, sobre el césped, con las rodillas rodeadas por mis brazos y los ojos cerrados de cara al sol.

—No todo se centra en ti. —Murmuré para no romper el ambiente que había creado. —O en eso.

—Lo siento. —Susurró sin añadir nada más.

Volví a cerrar los ojos, y Noah ni siquiera hacía un ruido. Nada. No podía saber si de verdad seguía sentada a mi lado, pero eso me ayudó para seguir en el estado de meditación en el que estaba.

Cada vez que algo importante sucedía en mi vida, como lo de hacerlo con Noah por primera vez, un cúmulo de sensaciones y sentimientos venían de nuevo a mí. ¿Cómo he sobrevivido a eso? Podría haber muerto muy fácilmente y haberme perdido todo esto. Haberme perdido todas las experiencias que me regalaba la vida, como un beso, un abrazo o hacer el acto más íntimo con la persona con la que estás.

Muchas veces cavilaba sobre aquél sueño que Noah tuvo en el que yo moría, y cómo fue su reacción. Me sentí protegida, me sentí a salvo, no quería irme de su lado. Sentí que incluso estando enferma, Noah querría estar conmigo.

Y ese era mi mayor miedo; volver a enfermar.

Abrí los ojos y enfoqué en los árboles que rodeaban la piscina, y giré la cabeza para mirar a Noah.

—Lo siento. No debí interrumpirte y menos con esa tontería. —Dijo en voz baja asintiendo, yo sonreí y asentí también. Aunque no debía disculparse, yo aceptaba sus disculpas. —¿Qué hacías?

—Mmh... Pensar. Meditar sobre las cosas que me pasan. —Movía la cabeza levemente, apretando los labios.

—¿Es que te ha pasado algo malo...? —Preguntó preocupada, acercándose un poco más a mí.

—No. Medito sobre las cosas buenas que me pasan. —Noah me miró con el ceño fruncido, como si no entendiese muy bien de qué hablaba. —Es como si me tomase un momento, una pausa, para valorar lo bueno que me ha pasado, porque cualquier día podría ser el último y, ya sabes, hay que aprovechar cada segundo.

—Uhm... —Noah frunció el ceño y agachó la cabeza, pellizcando el césped con los dedos. —¿Te acostaste conmigo porque querías hacerlo ya? ¿Porque quieres vivir cada día y no querías pasar la oportunidad de probar el sexo?

—Dios, ¡no! —Me giré rápidamente. Noah parecía dolida, había malinterpretado mis palabras totalmente. —Lo hice porque me apetecía, porque me sentía segura, con confianza, porque sabía que contigo iba a estar bien, protegida. —Me encogí de hombros. —Y sí, también me dije, "¿si no es ahora, cuándo?". Pero si hubieses sido otra persona no lo habría hecho. Una cosa es querer vivir todos los días al máximo, y la otra es ser una irresponsable, y contigo sentía que todo estaba bien, que no debía estar nerviosa. Pero bueno... —Me levanté del suelo, sacudiéndome las piernas. —Piensa lo que quieras.

una postal desde barcelonaWhere stories live. Discover now