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Noah Domènech

Cuando Carla llegó a Barcelona eran las diez de la mañana y ya había bastante gente en la puerta de la sala donde se velaba el cuerpo de mi padre. Había gente de poder, directivos de otros hoteles, de bancos, de empresas, incluso gente famosa que se alojaba en sus hoteles y con los que había entablado relación.

Lo que más pena me daba es que todos estaban ahí por negocios, no vi a nadie que lo quisiera de verdad, ni siquiera a la que era su actual mujer. Sé que él no se fiaba de ella, y por eso ni siquiera se casó, porque quería que su herencia quedase íntegramente para Carles, Jordi y para mí.

Carla apareció en el cementerio de Montjuïc, entre los jardines, con una simple rebeca negra y una camiseta blanca, con unos pantalones de pinza negros y unas manoletinas del mismo color, con el pelo recogido y la cara lavada.

Se acercó a mí y me abrazó, porque ayer no pudo hacerlo. Además de procesar el mal trago, tuve que firmar un montón de papeleo para que el cuerpo de mi padre pudiese ser trasladado a Barcelona, ella debía volver al trabajo y yo me fui a Barcelona para velar a mi padre esa misma noche.

No había dormido, las ojeras me llegaban hasta los tobillos, pero no podía conciliar el sueño después de la carta devastadora que leí ayer.

—¿Cómo lo llevas? —Preguntó Carla. Yo no me solté de su abrazo, la necesitaba más que nunca, y estar aquella noche sin ella me había dejado destrozada.

—No lo sé. —Sacudí la cabeza y encogí los hombros, sentándome en un muro de piedra que había en los senderos del cementerio.

—Hice lo que pude, Noah. De verdad que lo intenté —susurró Carla sentándose a mi lado, agarrándome de la mano—. No me guardes rencor, por favor.

—No —Negué con el ceño fruncido y apreté un poco su mano, aunque sin fuerza alguna, pues estaba derrotada—. Gracias por intentarlo.

Carla me sacó las gafas de sol que llevaba puestas, vio mis ojeras negras, mis ojos enrojecidos y besó mi mejilla, volviendo a darme las gafas.

—Mi padre se muere, me dice que me quiere con su carta, y encima me hace dueña de una cadena de hoteles que yo no quería —solté una risa irónica y me pasé la mano por el pelo—. Quería reconciliarse conmigo porque sabía que se estaba muriendo y yo le di de lado. Lo ignoré y le mandé a la mierda mil veces... —susurré con la voz rota, a punto de llorar de nuevo.

—Siempre tendemos a recordar solamente lo último, pero no debe ser así. Tu padre no fue bueno contigo, Noah. Fue muy cruel. Perdonar lo que hizo una persona en vida solo porque ha muerto es algo absurdo, ¿sabes? Todos tenemos que morir, es algo natural, así que por esa regla yo debería olvidar que hubo gente que me hizo daño en el pasado, pero no. Lo hicieron mal, y si mueren, lo hecho, hecho está y seguirá estando mal. —Se hizo el silencio entre las dos, y Carla me dio un beso en la frente que me reconfortó bastante—. Usa la empresa de tu padre para hacer el bien y así demostrarle que al menos tú te preocupabas por él.

Mientras procesaba aquellas palabras tan profundas y llenas de mensaje que me dedicó Carla, escuché a alguien decir mi nombre detrás de mí.

—¿Noah? —Miré hacia arriba de la colina, donde se encontraba la multitud visitando el ataúd de mi padre—. Noah, ¿eres tú? —Me quité las gafas ver mejor, y aunque al principio no lo reconocí, era mi hermano Jordi.

—¡Jordi! —Él salió corriendo hacia las escaleras que bajaban hasta donde yo estaba, y yo caminé hasta él, abrazándolo con fuerza y dolor.

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⏰ Last updated: Jul 25, 2018 ⏰

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una postal desde barcelonaWhere stories live. Discover now