25

7.6K 619 149
                                    

Carla Martí

—A ver, Carla, ¿quieres entrar tú primero al estadio? —Me decía Noah mirando su cartera con una mueca. —Tienes que entrar por esa puerta de allí, donde está ese señor. Yo tengo que ir a sacar dinero. —Miré la puerta y era una puerta pequeñita, de metal granate, con un hombre de seguridad en la puerta.

—Vale. Te espero dentro. —Le di un beso en la mejilla y crucé la calle.

El estadio era enorme, según me dijo Noah tenía capacidad para unas cien mil personas, cosa que me sorprendió porque no parecía haber tantas para entrar en aquella puerta. El señor de seguridad me miró de arriba abajo, pero no me sorprendía porque últimamente todos los hombres que conocía lo hacían. Entré sin mirarle, sin decir nada, porque en realidad estaba perdida y no sabía muy bien qué hacer. Pero, ¿dónde debía ir? Me había perdido en unos pasillos con las paredes decoradas con la afición del Barcelona animando, letras azul y granate, el suelo del mismo tono, burdeos, pero allí no parecía haber nadie que me atendiese.

—¿Qué haces aquí? —Me dijo un hombre acercándose. O más bien un chico. No sé calcular las edades.

—Verás, es que creo que me he perdido. Mi... Bueno mi... —Moví la entrada para ver el partido con nerviosismo. —La persona que viene conmigo.

—¿Tu novio? —Alzó una ceja.

—No, más o menos, bueno, mi novia, quería venir a ver el partido conmigo porque le encanta el... ¿Equipo? Sí, es como muy fanática. —Asentí rápidamente.

—¿Cómo de fanática?

—Pues... Grita, grita mucho con los goles. Y... Tiene el llavero del coche del Barcelona, y tiene un jugador que le gusta mucho. Tiene su camiseta y todo. —Dije señalándome la espalda para que me entendiese.

—Ooh... ¿Y cuál es? —Yo me encogí de hombros negando, porque realmente no se me venía ningún nombre a la cabeza.

—Bueno, puede ser... Dice que es su presidente, y... ¿El número tres? ¿Te suena el número tres? —Él se rio, quizás porque había dicho una tontería, seguramente sería eso.

—Espérate aquí, ahora vuelvo. —Dijo el chico.

Yo me quedé allí, me planteé irme porque quizás me iba a gastar una broma, pero al cabo de un minuto el chico salió con una bolsa azul y granate, poniéndomela en la mano.

—Toma, esto es para ti y para tu novia. Disfrutad del partido. —Sonrió y se giró para irse.

—Gracias, pero... ¡Espera! ¿Y por dónde llego hasta mi asiento?

Entonces el chico me llevó con una señora muy amable que me guió hasta mi sitio, y me dijo que no podía volver a entrar allí, pero a mí nadie me prohibió pasar.

Noah llegó poco después con una cerveza y un refresco en las manos. Miró la bolsa que llevaba en la mano e hizo un gesto con la cabeza para señalarlo.

—¿Qué has comprado?

—¿Yo? Nada. Un chico me ha dado esto para ti. —Al principio Noah parecía no reaccionar, hasta que cogió la camiseta y la extendió. Sonrió ampliamente y comenzó a reírse. Le dio la vuelta y abrió más los ojos.

—Dios mío, ¿quién te ha dado esto? —Era la camiseta de su jugador favorito. —¿Y dónde te has metido para que te den esto?

—¡Pues no lo sé, Noah! Yo he entrado por una puerta y me he encontrado a un chico. Hemos empezado a hablar y me ha preguntado qué hacía allí, y yo le hablé de ti y le dije que te gusta mucho el equipo y eso, y me ha dado la camiseta de tu jugador favorito. —Noah entrecerró los ojos, achicándolos, mirándome, casi sospechando de lo que había hecho.

una postal desde barcelonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora