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Noah Domènech

Me incomodaba tener a ese perro en casa, y más aún cuando Carla lo trataba como si fuese un bebé. Un niño. Le hablaba con voz de pito, le daba mil besos por toda la cara y dejaba que la chupase, y luego ella pretendía besarme a mí. A MÍ. Llena de babas de perro.

Estaba viendo el fútbol, yo en una punta y el perro tumbado en otra. Yo lo miraba reacia, de reojo, observando cada uno de los movimientos del maldito perro. Él no me miraba porque estaba tuerto.

Carla se estaba duchando y dejó su móvil en la mesa del salón, pero no paraba de sonar. Qué suplicio, fuese quien fuese con quién estuviese tonteando que se callase un rato y me dejase ver el fútbol. Pero no paraba, debía ser algo urgente así que lo cogí. Era uno de esos insoportables que escribían a palabra por párrafo.

"Bueno, no importa.

Realmente queríamos a ese perrito.

pero bueno

de todas formas

seguro que la persona que ha adoptado a ese cachorro

lo tratará genial.

Gracias de todas formas."

Yo leía el mensaje de pie, con el ceño fruncido, escuchando los pasos de Carla por las escaleras. Me crucé de brazos y me di la vuelta con los ojos entrecerrados.

—Carla, ¿hay alguien interesado ya en el perro? —Carla paró en seco durante unos segundos, secándose el pelo lentamente, y volvió a caminar hacia la cocina.

—Nadie, todavía. —Y sin dudarlo cogió un vaso de agua y se lo tragó lentamente para evitar contestarme.

—¿Nadie? ¿Me estás diciendo que nadie se ha interesado por el perro? —Carla asentía apretando los labios y levantando las cejas. Es que no sabía mentir. —Tu móvil no ha parado de sonar mientras que te duchabas, como un taladro, y ¿sabes? A mí me la suda con quién hables, es tu vida, pero ya me estaba molestando, así que he mirado la pantalla, y me encuentro con que le estás diciendo a un tío que ya han adoptado al perro. ¡¡ESTÁS MINTIÉNDOME EN MI CARA PARA QUEDARTE CON EL PERRO!!

—¡Lo siento, vale! ¡Pero es que realmente quiero a ese perro! —Me decía cruzándose de brazos con el ceño fruncido.

—¡Pues yo no! Los perros me dan asco, me dan repulsión, y a ti eso no te entra en la puta cabeza. —Respondí señalándola, porque estaba empezando a enfadarme cada vez más. —Me has engañado, en vez de insistirme en quedárnoslo, porque sabes que al final cedería por ti, vas y me engañas.

—¿¡Que tú vas a ceder por mí!? ¡Si te caíste por su culpa y casi lo descuartizas, Noah! —Dijo señalando al perro que estaba a nuestro lado y se había levantado del sofá al escuchar todo el jaleo. —¿Qué quieres? ¿Qué me arrastre por ti hasta que cedas? Pues te jodes, si quieres eso te jodes, Noah.

—¿¡PERO QUIÉN COÑO DICE QUE YO QUIERA ESO!? —Grité alterada dando una vuelta con las manos en la cabeza.

—¿Entonces qué coño quieres, Noah? —Me dijo Carla dándome un toque con el dedo en el pecho, empujándome. —Dime, ¿qué quieres? No quieres ni perros ni hijos. ¿Qué quieres entonces? ¿Estar toda la vida viajando, teniendo una vida de infarto, yendo en barco conmigo? ¿Solas? —Carla se rio y sacudió la cabeza. —Pues yo no. Yo quiero una familia. Y puede que te parezca una tontería, pero cada vez que dices que te dan asco los niños, en mi interior se muere algo. Porque yo sí que quiero ser madre, quiero tener una familia, quiero una mañana de Navidad abriendo los regalos con mi hijo, quiero quedarme embarazada y sentirlo. —Suspiró al decir todo eso, como si se hubiese quitado un peso de encima.

una postal desde barcelonaWhere stories live. Discover now