4. Pintar a una mujer... o degollarla

22.1K 1.5K 529
                                    


El sábado llegó, con ello la tan esperada cita de Leon con su compañera.

Cortejar a las mujeres, coquetearles y soltarles palabras bonitas para tenerlas embobadas era, sin intención de enorgullecerse, una de las cosas que mejor se le daba a Leon. Esa tarde del sábado, Leon sí que se había esmerado en complacerla. La llevó a jugar boliche y a patinar, e incluso la llevó a comer en un restaurante caro en el parque central para terminar en una velada romántica.

Tantas molestias por unas simples horas de placer.

Anteriormente, él no habría tenido reparo en seguir a una mujer a hurtadillas hasta su casa, no se habría mostrado tan compasivo ni en pensar siquiera en recrearse un buen rato con sus víctimas, pero a lo largo de los años descubrió el porqué el gato juega con su presa antes de devorarlo. Era por diversión, por simple regodeo.

La bestia atrapada en su interior ansiaba jugar y ser liberado de vez en cuando, probar qué juego era más divertido para hacer de las rosas más bellas y divertidas, calladas y tan muertas. Sobre todo, ahora que, gracias a una increíble fuerza de voluntad, había estado reprimiendo la necesidad incontenible de matar. La sensación de cosquilleo y ataques de ansiedad habían incrementado a medida que los días pasaban, tanto que Leon temía dejarse llegar por el deseo y no por la cabeza; sin embargo, estaba ahí, tan tranquilo y con la idea bastante clara en la cabeza.

Tenía una sola idea en la mente.

Fernanda se llamaba la joven compañera de Leon. Ella era bastante bonita, lo que le faltaba de intelecto le sobraba en belleza física. Leon aseguraba en pensamientos que Fernanda luciría más hermosa si en vez de llevar ese labial pálido rosa hubiese llevado otro, uno rojo y bastante coqueto, como el que ella había usado en el salón de clase el lunes pasado. Pero no, ¡el labial era rosa!

La decepción de Leon era enorme.

Sentado sobre un sillón, él movía con intranquilidad una de sus piernas, conteniendo apenas el impulso de abalanzarse sobre su compañera. Quería pintarla. Quería mostrarle la forma correcta de lucir un labial, enseñarlo lo candente que podía ser una mujer luciendo el más bello de los colores.

Normalmente a Leon le gustaba pintar a una mujer, pero justo ahora, solo quería degollar a Fernanda; no convertirla en arte, solo hacer de su muerte algo pasajero, un simple asesinato ocasional. Nada significativo, nada glorioso.

Él se levantó de su asiento y se dirigió hacia el pequeño equipo de sonido situado en una esquina de la sala. Apretó el botón de encendido y pocos segundos después comenzó a sonar una canción pop en inglés.

―Puedes cambiar, tengo más canciones en este USB. No sé qué género te gusta escuchar ―se apresuró a decir Fernanda con las mejillas sonrosadas. Amaba las canciones de Justin Bieber, por lo que sintió cierta vergüenza ahora que Leon había encendido el equipo de sonido. Seguramente no era el tipo de música que escuchaba.

―Está bien así ―respondió con indiferencia. Eso era inesperado.

Con la intención de cambiar de tema de conversación, ella agregó:

―Te llevas muy mal con Majo, ¿verdad?

―Eh, no. Ella solo es enojada y desesperante. Llevarme mal con alguien sería darle importancia innecesaria, realmente ella no importa.

Ella rio.

A los ojos de Fernanda, Leon era un tipo bastante callado y reservado que se sentaba en una esquina del salón, alejado del resto. Si lo pensaba bien, no entendía cómo un chico taciturno había terminado saliendo con ella. Nadie podía negar la belleza tranquila de Leon, en especial cuando sonreía y se le formaban un par de hoyuelos. Bueno, lo importante era el resultado. Ellos eran algo, ella... definitivamente era alguien para él.

Juego carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora