26. Estamos hechos de intereses

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"Todos estamos hechos de interés. No lo olvides, Leon." pensó.

Leon tomó una respiración profunda. Sus abuelos no eran personas confiables, ellos harían lo que fuera para vendarle los ojos y ocultar una verdad macabra para mantenerlo en la ignorancia. Eso debía ser.

Real o no, no poseía relevancia. No le interesaba.

Sus sentidos no pudieron engañarlo, él debía confiar en ello y no en palabras vacías. Los abuelos de Leon no lo sabían, no conocían la verdad, ninguno de ellos vivía lo que él sí.

Leo existía, pero el mundo ignoraba su existencia. No importaba, no necesitaban a nadie más.

Vivir en este mundo dislocado tampoco era tan significante como para dar pelea.

Leon se encontraba impaciente, con una sensación asfixiante que se asemejaba a tener una soga atada al cuello. Vivir con estas sensaci ones no valían la pena. Eran solo sus suposiciones, crueles conclusiones que a su mente inquieta le gustaba insinuarle. Se sentía torpe, sin pocos ánimos. Estaba cansado.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué tenía esa incontrolable sensación de haber hecho algo mal? ¿Por qué le parecía que las cosas habían girado en la dirección equivocada?

Las palabras de su abuelo, los incidentes recientes, ese miedo que crecía en su pecho, todos esos indicios... él sabía que eran tan solo el inicio de algo realmente enorme. Se esforzaba en decir que sería divertido, que nada malo pasaría; pero entonces, ¿por qué dudaba?

Incluso sus abuelos pretendían engañarlo, querían manipularlo y hacerle olvidar la existencia nefasta de su hermano, pero para la desgracia de muchos, Leo existía, ¿verdad?

Era porque sus inseguridades siempre lo habían acompañado desde que tenía memoria que apenas podía mantener la cordura. Caminaba sobre la línea fina que separaba la locura y el juicio, y él solía tambalear más de lo que podía recordar; solo esperaba resistir un poco más antes de caer a un abismo sin fondo.

Quizá eran solo suposiciones suyas e intuiciones que se alejaban de la verdad de la situación, pero realmente presentía que no podía seguir de ese modo.

Algo pasaba, y probablemente, el que recibiera visitas esa noche era apenas el comienzo.

Unos fuertes golpes tomaron a Leon desprevenido. La burbuja que lo enfrascaba explotó ante la insistencia.

Había pasado apenas un día desde su visita a la casa de su abuelo, y el que lo molestaran a altas horas de la noche, no solo lo inquietaba, sino que le molestaba también. Debía dormir, descansar, y ordenar sus pensamientos y emociones antes de ser controlado por ellos. A veces su deseo por destruir y por convertirse en un monstruo se volvía tan intolerable que soportar al demonio que vivía en su interior era casi imposible.

Tomó varias respiraciones profundas mientras deliberaba ir a atender con la mayor tranquilidad.

Leon apagó la luz de todas las habitaciones de la casa, dejando encendida únicamente el de su cuarto.

Como el maniático del orden que era, con cuidado y sin mucha prisa, acomodó los edredones y las almohadas de su cama antes de encaminarse hacia el portón principal. Si algo odiaba él era recibir a un invitado con la casa desordenada y sucia, y aunque tal vez no fuera el caso, nada perdía con ser precavido.

Mientras abandonaba su habitación, por las ventanas grandes, pertenecientes a los dormitorios vacíos que estaban a lo largo del pasillo, reflejaban su figura despreocupada. Leon se detuvo unos segundos para contemplarse a sí mismo con brevedad. Tenía puesta una camisa y unos pants que usaba solo para dormir, unas sandalias de hule con un par de calcetín color gris. Despeinarse el cabello con los dedos fue lo último que hizo antes de volver a escuchar los golpes insistentes. Al terminar, fingió tener el semblante de alguien que apenas despertaba, y finalmente, redirigió sus pasos hacia el lugar donde provenía el alboroto.

Otros golpes comenzaron a resonar.

—¡Voy! —exclamó Leon de mal humor—. ¿Quién es? —cuestionó él con la voz adormilada.

Soltó un suspiro antes de abrir la ventanilla del portón y fingir soltar un bostezo frente al desconocido que lo observaba con una expresión molesta y desconcertada.

—¡Abra la puerta! —aseveró.

—Bien, bien —respondió él, rendido. Volvió a soltar un bostezo—. Dejen que vaya por mi llave porque no esperaba visitas a esta hora.

—Ni se te ocurra moverte de aquí —manifestó el oficial.

—Oficial, decídase, me ordena que le abra la puerta, pero no quiere que vaya por mi llave. ¿Qué quiere que haga entonces?

—Derribaremos la puerta.

—¿¡Qué!? —Leon alzó la voz, horrorizado ante la idea—. A ver, quiero saber al menos por qué están aquí. No entiendo la razón de esta agresividad, oficial. Si tan desesperado esté de verme, podemos quedar un día y tomar un café juntos.

Leon sonrió.

—No sea arrogante, jovencito, que queda arrestado por homicidio múltiple. Cualquier...

—¿Eh? —interrumpió él y abrió mucho los ojos, fingiendo sorpresa, pero volvió a recobrar la postura al instante. Con las cejas fruncidas, agregó—: Comienzo a creer que tiene algo contra mí. Trato de vivir una vida tranquila, pero aparecen con barbaridades como esta.

—Apártese de la puerta.

—Me niego. No dejaré que tumben mi puerta por gusto. Si me vienen a arrestar por algo que no hice, bien. Al menos dejen que vaya por mi llave y salga por mi cuenta.

—Si se atreve a escapar, no dudaremos en dispararle.

—Policía estúpido —dijo Leon y rio con cinismo—. Si en verdad fuera el culpable, ¿no estaría en algún otro lugar? —preguntó mientras hacía un ademán con las manos y le restó importancia al asunto. Se adentró a la casa—. Si lo desprestigian por su negligencia, no me culpen después.

Leon caminó despacio. Estaba de espalda, con una expresión que nadie podía apreciar.

Leon sonreía.

Faltan poco capítulos para terminar

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Faltan poco capítulos para terminar. 

¿Les gusta la historia? 

Admito que no es la mejor que tengo y no está bien editada, tiene incongruencias a lo largo del desarrollo, pero al menos espero que sea entretenido. 

Gracias por leerme <3

Juego carmesíWo Geschichten leben. Entdecke jetzt