25. Recuerdos inconexos y ¿falsos?

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Los días transcurrieron sin mucha novedad, a excepción del día que la madre del niño Pedro llegó malhumorada buscando a Leon, debido al incidente del diente. Como excusa, la señora tan solo recibió de respuesta un "Lo hice porque tengo un corazón bondadoso" por parte de Leon.

Durante una semana completa, Leon había estado saliendo con su abuelo a cortar algunas naranjas, níspero y otras frutas que su abuela, María, sembraba en el terreno de la familia. Y no solo era eso, Leon también se vio obligado ir a cuidar la tienda-panadería que su madre había iniciado y que, ahora, estaba al mando de sus dos abuelos. No despachaba, tan solo se quedaba sentado en una esquina viendo el teléfono.

Y la mañana del domingo, el día de su regreso, resultaba refrescante y un poco cansado. El ruido provocado por los equipos de sonidos que las iglesias usaban, llegaba hasta donde él se encontraba.

El sector central era muy transcurrido. Era una fortuna para la familia de Leon que sus casas estuvieran ubicadas en el centro, pues muchos luchaban en convencer a alguien para comprar terrenos en esa zona. Además, los choferes y ayudantes de los buses y camionetas, solían visitar con frecuencia la tienda. Como ese día, cuando un par de hombres cruzaron la gran entrada, con ropas polvorientas y las camisas sudorosas en la parte de las axilas.

Leon se preguntó por qué estaban así, si el día apenas comenzaba. Sintió nauseas. Evitó verles la cara y decidió pertinente entrar en la casa, pero su abuelo le pidió que los despachara mientras él contaba el dinero ganado el dinero anterior.

—¿Qué necesitan? —inquirió Leon de mal humor, al mismo tiempo se abría paso hacia el otro lado de uno de los mostradores. Arrugó la nariz, intentado alejar el mal olor que percibía en los hombres.

—Dame una gaseosa. —Fue lo único que dijo antes de volverse hacia su compañero—: ¿qué quieres?

—Lo mismo que vos —respondió el otro.

Leon no se movió de su lugar.

—Creo que tenemos... —Leon comenzó a ver las grandes cámaras de gaseosa a su espalda, para después listar a los hombres lo que tenían disponibles—. Pepsi y coca cola, hay de otros... también, creo.

—Pepsi está bien.

Leon se volvió a los hombres.

—¿Lata, vidrio o desechable?

—Desechable.

—¿Al tiempo o fría?

—Fría —contestó el mayor, como si aquello fuese una pregunta fuera de lugar.

—¿De tres o cinco?

—De cinco.

—¿Normal o Light?

—¿Esto es algún tipo de interrogatorio? —Estalló el segundo hombre que había permanecido en silencio todo el tiempo—. Obvio que normal.

Leon se giró sobre sus talones y prosiguió en sacar del aparato de Pepsi la botella de gaseosa. Considerando el cambio de humor de los clientes, se guardó unas últimas preguntas. Recibió el pago y los hombres se fueron sin pedir nada más.

—¿Qué fue eso? —Su abuelo parecía divertirle el asunto, miraba a Leon con una sonrisa: las arrugas de su rostro resaltaron todavía más.

—Nada —masculló el chico, serio, como si aquello fuese lo más estúpido y sin sentido que hubiese hecho en toda su vida—. ¿Cómo pretendían ellos que les diera su pedido si no me detallan lo que quieren?

Juego carmesíWhere stories live. Discover now