[012] - El gran escapista

2.3K 147 26
                                    

Anna estaba acurrucada debajo de una manta en la sala de control revisando algunos documentos cuando Dean entró con una bandeja de comida.

—Esta bien, aquí vamos —dijo con una gran sonrisa—. La famosa sopa cura-todo de John Winchester. Suficiente pimienta de cayena para quemar tus labios, justo como mi papá solía hacerla.

Ella se recostó en la silla y suspiró con irritación mientras él colocaba la bandeja encima de los documentos. Le dio una pequeña sonrisa de agradecimiento, más parecida a una mueca, mientras empujaba la bandeja.

La sonrisa en la cara de Dean vaciló, pero recogió la cuchara. —¿Quieres que haga... lo del avión con la cuchara?

Anna lo ignoró. Su cabeza la estaba matando y todo lo que quería era silencio. Sam lo entendió, no sabía por qué Dean no podía.

La sonrisa cayó de su rostro y arrojó la cuchara de nuevo a la bandeja. —¿Cuándo fue la última vez que comiste?

Respiró hondo y se pasó una mano por la cara, sin mirarlo. —Yo no...

—Días, Anna —gruñó—. Han pasado tres días.

Ella frunció el ceño cuando sacó un termómetro de su bolsillo trasero. —¿Desde cuándo tienes eso?

—¿Desde cuándo empezaste a lanzar ondas de calor? —lo levantó hacia su boca como si fuera una niña de cinco años.

Eso fue todo. Había tenido suficiente. Normalmente, Dean siendo cariñoso era adorable. Como cuando la metía en la cama o la ayudó en sus días malos. Pero no podía soportarlo veinticuatro horas siendo de esa forma. Al final del día ella todavía era una mujer adulta.

Anna arrojó la manta a un lado y se puso de pie. La silla se deslizó hacia atrás y cayó al piso mientras hablaba. —¡Es suficiente, Dean! Por favor.

Él la miró con dureza. —Los pañuelos con sangre, la fiebre, las piernas temblorosas... eso no es bueno.

—Bueno, no estoy bien. Y no voy a estar bien hasta que volvamos a trabajar, hasta que pueda comenzar la tercer prueba.

—¿Prueba? —espetó Dean—. No te dejaría ni barrer —ella rodó los ojos mientras lo veía arrojar el termómetro a la bandeja.

Dean abrió la boca para discutir de nuevo pero se detuvo. Se calmó y la miró. Observó su piel lavada, sus ojos verdes cansados y​ se preguntó por qué estaba peleando con ella.

Estaba enferma y apenas estaba con ella. No recordaba la última vez que había podido abrazarla porque vivía inquieta durante la noche a causa de la fiebre. 

A pesar de que no quería saber que podría pasar, no pudo evitar pensar que quizás su tiempo con ella era limitado. Y si ese era el caso, ¿por qué estaba pasando lo que podrían ser sus últimas semanas peleando?

Suspiró y se apoyó contra la mesa. Anna tomó su mano cuando se la tendió y la apoyó contra su cuerpo. Sus brazos la rodearon mientras ella enterraba su rostro en su pecho.

Su voz era baja y tranquila. —Estamos en problemas con esto, está bien, y la única forma de salir es pasándolas. Créeme, lo sé. Y tú sabes cuanto deseo cerrar la puerta a todos esos hijos de perra. Pero tienes que dejar que te cuide, bebé. Tienes que dejarme ayudarte a recuperar tu fuerza.

Sus dedos se aferraron a la parte delantera de su camisa. —Esto no es un resfriado. O una fiebre, o algo que se cure comiendo. Es parte de todo. Esas dos primeras pruebas... no sólo son cosas que hice. Me están haciendo algo. Me están cambiando, Dean.

Él la apretó con más fuerza y ​​presionó sus labios contra su cabeza, sin estar del todo seguro de que decir. Por suerte, su teléfono sonó en su bolsillo, dándole unos minutos más para estar felizmente inconsciente de lo enferma que estaba.

entre los hermanos | supernatural¹Where stories live. Discover now