Capítulo 1

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Me considero una chica normal -trabajo, casa, familia-. Mi trabajo consiste básicamente en sonreírle a quien aparezca al otro lado del mostrador, hombre mujer, anciano, anciana, adolescente, en fin, quien quiera que sea, la fabricada y falsa sonrisa siempre debe estar en mi rostro -una de las reglas del trabajo- trabajo en una empresa multimillonaria, soy la secretaria ejecutiva del vicepresidente de la empresa.

Mi jefe es el hijo prodigo del dueño de la compañía, cuando presente el currículo y asistí a la entrevista de trabajo no estaba convencida, si bien mi título me válida para el puesto, en empresas tan grandes, famosas e importantes como estas lo más sobresaliente debe ser la experiencia, la cual no la tengo. Hace cuatro meses estoy trabajando en este lugar y hace seis me he recibido. Teóricamente tendría que cubrir el área administrativa de mi jefe, encargarme de sus papeleos y todo a lo que esto conlleva, en su lugar, al darme la bacante libre me instalaron con los recargos de su área empresarial, de relaciones públicas, otra administrativa y la última y más entendible informática. Básicamente tengo que velar porque mi jefe tenga todo en orden.

Mis horarios de trabajo no son correlativos, de 8:00 a 13:00hs y luego de 16:00 a 20:30hs, (nunca almuerzo en mi casa, solo en un café cercano) eso si no hay reuniones o a mi jefe no se le ocurre enviar informes y/o peticiones a las subempresas que tienen en otros países, la más molesta es la que está en California, odio cada vez que debo enviar algo a esa extensión de la compañía, porque la responsabilidad de redactarlo y luego traducirlo a ingles recae toda en mí, y no, no soy buena en inglés. He estado tomando cursos intensivos, esos en los que hablas con otra persona por Internet.

-Empresa Friedman buenos días, ¿Cómo puedo ayudarle?- el sonido del teléfono sonando me exalta sacándome de mis pensamientos, finalmente lo atiendo.

-¿Osmar?- Una voz masculina sin nada de educación se escucha al otro lado.

-El señor Osmar se encuentra en estos momento en una junta- digo mordiendo la cara interna de mis mejillas para no enseñarle un poco de educación -Si quiere puedo dejarle un mensaje.

Un silencio se torna en la línea telefónica, por un momento la idea de que cortó se me cruza por la cabeza, en el momento en el que voy a colgar se oye una casi inaudible respiración.

-Dile que Emir llamó y necesito que venga por mí a la delegación- ¿Emir? ¿Delegación?

Siento como el teléfono es tirado de entre mis dedos sin mucha gracia, al darme la vuelta casi de un salto me encuentro al señor Osmar sosteniendo el teléfono, a la altura de su mandíbula, su semblante es serio, sus cejas se encuentran casi unida y su mandíbula tan tensa que temo vaya a rompérsela, todo en este hombre es colosal e imponente.

-Ya puede retirarse señorita Dobrev- dice en un tono demandante y autoritario.

-Aún no termina mi horario señor- digo señalando que falta hora y media para ello.

-No se lo estoy preguntando- suelta al tiempo que me ve de soslayo.

Si me lo preguntan, nunca lo había visto de esta manera, su forma de tratarme es siempre respetuosa, ahora bien, si está bien, me hablo correctamente pero ese tono de voz y ese brillo de furia en sus ojos, eso no se lo había visto en el corto tiempo que llevo en la empresa. Sea quien quiera que sea ese tal Emir no es de sus personas favoritas en el mundo.

Sin mucha prisa y aguardando la calma junto mis pertenencias; el celular lo pongo en el bolsillo delantero de la cartera, mi juego de llaves y billetera. Le doy un último vistazo a los correos, fax y todo lo que ha llegado a último momento pero nada es realmente importante, apago la computadora y una vez me cercioro de que todo esta orden, y solo así, finalmente me dispongo a marcharme. Mientras revisaba los correos pude escuchar la ronca, profunda y rasposa voz de mi jefe diciendo al desconocido al otro lado del teléfono que lo esperara unos minutos -claro está, molesto en estos momento no hace falta ni recalcar que estoy de más y sobro- da igual, solo hago bien mi trabajo.

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now