Capítulo 7

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Debo admitir que el buen humor con el que despertó esta mañana Friedman me encanta. El vuelo ya casi sale pero él se resiste a dejar lo que hacemos, en su lugar, no para de besarme e intentar otras cosas; me encanta pero no podemos, no si queremos regresar ahora a nuestro país.

Los besos y las manos de Osmar calientan cada parte de mi piel con la que hacen contacto, le fascina la idea de jugar, de hacerme desearlo, la idea de saber que su miembro esta erecto y listo para escabullirse dentro de mí, me vuelve loca. Su cuerpo esta tumbado sobre el sillón de las que hace de living, no estamos desvestidos pero me tiene sentada a horcajadas sobre él, sus manos, ambas, toma cada lado de mi cadera provocando un movimiento en ese punto tentador.

La postura en la que me encuentro, así como también el movimiento que me insta a hacer con sus manos, me hacen sentir su excitación clavarse justo ahí, en mi intimidad. La suave fricción en nuestros sexos provocan el calor y la humedad en mi bragas, su respiración cambió y ya no es normal, al contrario, respira rápido, entre cortado y con un deje de agitación.

—Estas húmeda— habla haciéndome avergonzar por la rapidez con la que me provoca —y me encanta que sea por mí—

—Osmar, el vuelo— alcanzo a decir con la voz apenas audible y agitada a más no poder.

Él por su parte, hace caso omiso, sigue sumergido en lo que hace y lo disfruta, y que mierda a quién quiero engañar, estoy disfrutando también. Nos sumergimos en un beso voraz, un beso en el que puedo sentir la excitación escapársele por los labios. Sus manos suben levantando mi remera, llega hasta mis pechos y los estruja entre sus manos, ahora soy yo quien sigue el movimiento de mis caderas sola, por gusto propio.

Mi remera no tarda en salir despedida por mi cabeza, sus ojos se pegan centímetro a centímetro a mi torso desnudo ante él, viéndolo a la perfección. Sus ojos, sus ojos están colmados por un brillo extraño, sus ojos color cielo cargados de ansias y deseo, graban mi imagen en su memoria. 

Me levanto de sus piernas y colocándome de rodillas ante él, comienzo a desprender los botones de su pantalón de traje negro, me deshago de él, conecto mis oscuros ojos con los suyos y la urgencia en su rostro me hacen dejar un barrido de besos en la cara interna de sus piernas, una risa ronca se le escapa y yo rio de igual forma, entonces tomando su pene entre mis manos y sin despegar mis ojos de los suyos comienzo a acercarlo a mis labios, deposito un suave y corto beso, este simple acto es suficiente, su respiración ya acelerada, aumentó a una velocidad que resulta placentero a mis oídos.

—Mierda— lo escucho protestar de mala manera antes de ponerme de pie y buscar mi remera en un abrir y cerrar de ojos, Osmar arreglando su ropa va camino a la puerta —¿sí?— habla en un tono malhumorado y cargado de frustración.

—Disculpe señor— la voz temblorosa de uno de los empleados del hotel resuena en el lugar —que pena molestarlo, pero su chofer está esperándolos abajo— se toma un tiempo en el que usa para tomar aire y seguir —dice que se hace tarde para su vuelo—

—Dígale que en un momento bajamos—

Tengo que admitir que me causa gracia la forma en la que se puso porque nos hayan cortado a medio camino, estaba a punto de hacerlo delirar cuando llamaron a la puerta, y a decir verdad, si se nos hace tarde, demasiado. Bajamos para poder ir al aeropuerto, Osmar no desperdició un segundo en darme besos o apretujarme en la cola, es gracioso lo juguetón que puede llegar a ser, más allá de estar acostumbrada a verlo siempre serio y estructurado en la oficina. Es encantador.

Estamos sentados uno al frente del otro, él con una copa de vino en sus manos y yo con un refresco de naranja en las mías, su mirada no se despegó un solo segundo de mí y yo por mi parte me obligo a verlo de igual forma. Una sonrisa apenas perceptible se dibuja en sus labios, una que es apenas un atisbo de ello, siquiera estoy segura de que la haya hecho pero de todos modos se ve seductor.

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now