Capítulo 5

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Estoy sentada tan erguida que la espalda duele, siquiera soy capaz de pestañear y mucho menos de mirar a mi derecha al hombre sentado junto a mí, hablando y exigiendo explicaciones a la sala entera de junta. Anoche después de lo que ocurrió —que todavía no me lo creo— espere a que se quedara dormido para irme, cerré su puerta con llave y se la tire por debajo de la puerta. Esta mañana cuando "desperté" porque tampoco es que haya dormido mucho, antes de que pasara y golpeara mi puerta ya estaba esperándolo abajo junto al chofer, cuando llego y me vio parada con mis carpetas y cartera ya lista, su rostro era un desconcierto completo.

El camino a la empresa fue silencioso, ninguno de los dos dijo palabra alguna más que un buen día seco y cortes, lo cual agradezco muchísimo. Cuando llegamos me baje sin muchos preámbulos y camine a pasos acelerados, cualquiera que lo viera desde afuera diría que estoy escapando de mi jefe, lo cual no es una mentira. Ahora estamos acá, salieron a la luz unas cuantas cosas que no están muy claras, turbias diría yo, Osmar se puso colérico y elevo el grito al cielo al ver la inminente estafa hecha por quien estuviera a cargo en ese momento y su secretaria, todo fue bien planeado de modo que nadie sospecho. La secretaria renuncio un día sin previo aviso, para luego quedar también el puesto de jefe de la compañía libre un mes después.

Nadie estaba al tanto de las fallas que estaba teniendo ésta, hasta que lo números dejaron de cerrar, Osmar llegó a la decisión de que lo más sensato en este caso sería cerrar la delegación hecha acá, en California.

—Si trabajamos duro podríamos ponerla en alto de nuevo, señor Friedman— habla un viejo regordete —es cuestión de trabajo duro— toma una pausa al tiempo que barre con la mirada a todos sus colegas —ninguno de nosotros queremos quedarnos sin trabajo, mucho menos hacerlo perder el tiempo viniendo hasta aquí en vano—

—No pasa por perder el tiempo— habla Friedman en un tono tajante y sin ánimos de debates —no estoy en condiciones de tirar el dinero— sentencia entonces

—No es mucha la cantidad que se ha perdido, con ajustes de sueldos y alguna que otra cosa podríamos elevar astas— se une al debate el tesorero de la empresa —los números cerrarían y las cifras comenzarían a elevarse, señor—

Al decir esto tanto la postura y el brillo en los ojos de Osmar cambia, de taciturno a satisfecho, carraspea y un nuevo debate se planta. Los empleados están decididos a tener un sueldo un poco menor al actual y eso a Friedman parece conformarle, sin mencionar que el tesorero se puso de pie y utilizando una pizarra dejo corroborar por todos los presentes como ajustando números se podría arreglar la caída. Cuando pasaron casi dos horas de la junta, Friedman, decide dar unos minutos para descansar y tomar aire, todos nos disponemos a salir.

—Oriana— la voz aguda de Osmar me hace detenerme antes de cruzar la puerta —entre y cierre la puerta— ordena a lo que muy a mi pesar tengo que obedecer.

Me obligo a girarme y, por primera vez, de lo que va de la mañana a encararlo, lo miro y el a mí. Está de pie, recargado en la mesa sobre sus brazos, su gesto es desconocido para mí, nunca lo había visto de esta manera, si me lo preguntaran podría jurar que quiero salir a correr.

—Si señor Fried...

—¿Ocurre algo?— me corta, no me deja terminar de hablar —¿Por qué salió huyendo de mi habitación?— para estas alturas ya se puso erguido y viéndome fijamente —¿Acaso la obligue a hacer algo?—

—No señor Friedman, no me obligo a hacer nada— hablo y agradezco que no me fallara la voz.

—Entonces conteste a mi pregunta Oriana— pero bueno, bueno, ¿cuándo deje de ser la señorita Dobrev?

—Me sentía incomoda, nada más señor Friedman— suelto esto para terminar con esta absurda, porque me cohíbe de una forma en la que no es siquiera capaz de imaginarse.

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now