Capítulo 12

3.6K 266 27
                                    

Emir Friedman

La pequeña cantidad de vapor, en forma de humo elevándose me deja hipnotizado, la taza de cerámica que descansa frente a mí en la isla de la espaciosa cocina, provoca todo en mí, menos beberla. Las maldiciones que me las repito a mí mismo en mi cabeza me torturan, la retahíla de cosas frenéticas que mi voz interna grita me asquean a mí mismo. Automáticamente la misma imagen se reproduce como si de un disco viejo y rayado se tratara; Oriana ebria y yo, como el jodido idiota que soy, aprovechando el momento. Bastó solo una palabra de sus labios para hacerme caer, para hacer que mi pene se remueva, escondido detrás de mí pantalón, su aliento frió por los tragos de mojito, helaron la piel detrás de mí oreja, en el momento en que susurro lo bien que olía.

— ¿Cambiando el alcohol por la cafeína?— la aguda voz de mi hermano me traen al aquí y el ahora —¿Qué tal la noche?

—Bien...— por más que intente pronunciar otra palabra no sale de mi boca.

¿Cómo ver a mi hermano a los ojos? Cómo decirle, ¡Oye Osmar! Me tire a tu novia, estoy jodidamente muerto por ella y te odio por haberte fijado en ella recién cuando yo llegue, porque tuviste meses para verla, meses para darte cuenta de lo jodidamente hermosa que es, de lo encantadora, vivaz y enloquecedoramente retobada y caprichosa que puede llegar ser. Porque cada vez que sus cejas se ciñen y sus mejillas se sonrojan por enojarse conmigo, muero por morder sus pómulos y estrecharla en mis brazos hasta que se apacigüe, hasta domar la mujer salvaje que lleva dentro. 

—Voy tarde, hasta luego— solamente cuando dice eso me animo a verlo, a intentar encarar el rostro de la única persona que una vez más, decide creer en mí, al que estoy jodiendole la vida. Toma una manzana del tazón de frutas en medio de la isla y lo único que veo es su espalda entrajada perderse tras las puertas.

haciendo acopio de toda la fuerza de mi cuerpo, me pongo de pie, aguardo un segundo con la cabeza agachas entre los hombros y, mis brazos sosteniendo el peso de la culpa, con ambas palmas apoyadas en el material frío de mármol. Con pasos cansados y pesados traslado mi cuerpo, de la cocina a la sala principal, donde subo las escaleras para ir a la planta alta, a mi habitación. Para ser sincero, egoísta e hijo de puta, mi cama se ve sola y vacía, una vez más, la maldita imagen viene a mi mente; el cuerpo delgado, pequeño y frágil de Oriana, descansando junto a mí, con su rostro pegado a mi pecho. Maldigo y trato de olvidarla pero por más que intente no puedo, porque el hecho de poder hacerla mía, de que mis sueños más salvajes se volvieran verdad, porque cada vez que la veía imaginaba las mil maneras en las que la reclamaba única y solamente mía. Hasta cómico suena pensar eso, cuando en realidad no lo es.

De repente, el recuerdo de la pequeña nota que deje en la mesita de noche, junto a su cama, viene a mi mente, esa en la que prácticamente deje mi corazón plasmado en tinta. Rio por lo bajo y niego con la cabeza —en qué estas convirtiéndome Oriana— me pregunto a mí mismo.

<<En un idiota, cursi y enamorado>> dice la voz dentro de mí y tengo que maldecir pero reconocerlo en fin.

Es loco escribir un poema, sobre todas aquellas cosas que siento pero nunca se las he dicho. Los abrazos que nunca le di y nunca se los daré me golpean en el rostro como la cruda realidad. La idea de su cuerpo, descansado junto al mío, provocan un hormigueo y cosquilleo en todo el cuerpo;y es que, acostarse con una persona no se asemeja en los más mínimo a despertar con ella, hay personas que pueden acariciarte la piel pero, muy pocas, logran acariciarte el corazón.

¿Y ahora qué? ¿Qué se supone que somos? Si ya recorrí con mis manos su dulce y suave piel. No es mía, y yo no soy suyo, no fue más que algo temporal en mi deseos, jugando a ser eterno, un simple préstamo de un recuerdo que ahora, muy a mi pesar se tornan inolvidable. Pase toda mi vida viviendo sin un por qué o por quién, saltando de una mujer a otra, de una relación a otra... simplemente por miedo a estar solo. Nunca antes tuve la necesidad de adorar a una mujer, a todo lo que su semejanza conlleva, de recorrer su cuerpo tanto física como sentimentalmente, y hoy, que siento la necesidad de hacerlo, ella, ella no puede ser mía.

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now