Capítulo 6

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Perdí completamente la noción de hace cuánto tiempo estoy despierta, hace cuánto tiempo estoy con mis ojos clavados en el hombre que duerme en mi misma cama, con semblante sereno y respiración acompasada, su cabello rubio revuelto y el cuerpo posado sobre su costado. Me permito tocar su rostro, con dedos temblorosos apoyo suavemente con un tacto apenas perceptible, dibujo pequeños círculos en su mejilla y puedo sentir como se relaja bajo mi tacto.

—Que buen despertar— habla sobresaltándome y haciendo que deje de tocarlo —no te detengas—

Sus brazos rodean mi cintura, atrayéndome a él, acomodando su cuerpo sobre su espalda deposita mi cabeza en su pecho, una de sus manos dibuja líneas en la parte baja de mi espalda causando un relajamiento extremo, me obligo a levantar mi rostro para encontrar el suyo, con sus ojos cerrados y una expresión relajada.

—Buen día, Friedman— digo apoyando mi mentón sobre su pecho al tiempo que una sonrisa se extiende en mis labios.

—Buen día, Dobrev— suelta haciéndose de mi para girar mi cuerpo, de modo que quedo ahora bajo el suyo —¿Durmió bien?—

—Mejor imposible— asiento y él hace lo mismo —¿Usted?—

Siento pequeños besos en mi frente, mejillas, mentón y finalmente un corto y casto beso en mis labios, acto seguido me libera del peso de su cuerpo sobre el mío para sentarse en la cama y darme la espalda, me permito mirarlo, admírarlo desnudo. Su espalda está cubierta por las huellas de mis uñas, al ponerse de pie puedo ver su redondeado y firme trasero, reprimo una sonrisa mordiendo mi labio inferior, es perfecto por donde lo mires.

—¿Si tanto va a mirar, podría de igual forma tocar— puedo sentir el calor subir desde mi cuello hasta mi rostro, siento mis mejillas a punto de ebullición, no me había dado cuenta que lo estaba observando descaradamente, que no me tome siquiera la molestia de disimular —¿Desayunamos?— rompe por fin la tensión a lo que contesto con un asentimiento.

Se va a su habitación para ducharse, no sin antes tener una buena sesión de fogosos besos. Yo hago lo mismo y me encamino al cuarto de baño, abro el grifo y dejo que el jacuzzi se llene, coloco espumas y sales, los hidromasajes se encienden haciéndome liberar un suspiro de placer, me permito relajarme, olvidándome de todo un momento, dejando que las espumas cosquilleen mi piel.

Salgo del baño con una toalla cubriendo mi cuerpo y otro mi cabello, voy hasta mis maletas y me hago de un jean negro, un body enterizo también negro y una fina camisa verde militar, mi cabello lo peino en una cola alta, sin maquillaje y con unos lentes para el sol. Dejo caer mi cuerpo en uno de los sillones mientras me calzo con unas cómodas zapatillas blancas y aguardo a que Osmar regrese, no tarda mucho en llamar a la puerta así que de un salto me encamino a esta.

Tengo que confesar que mi aspecto juvenil no combina mucho con el suyo, siempre estirado y elegante. Una camisa azul a lunares lo viste, de mangas largas y con los botones prendidos hasta el ante último, me pongo un poco de puntillas y me hago de los botones de su camisa, desprendo dos dejando al descubierto un poco de piel de su pecho, las mangas de su camisa las doblo hasta sus antebrazos. Parece sorprendido pero no impone objeción.

Una vez que logro hacerlo ver mucho más sexy y relajado bajamos, el chófer nos lleva hasta un lugar en el que podemos desayunar Thailand es el nombre de este, no es llamativo pero si bonito, el marco de la puerta es ovalada y de un tono madera, aunque no es de este mismo material. Nos ubicamos en una mesa junto a la ventana que da a la calle; yo de frente a esta y Osmar de espaldas.

—Quería pedirte disculpas por lo de anoche— habla en su tono habitual, provocando confusión en mi

—No entiendo— me confieso con una leve negativa de cabeza —No tiene que pedir disculpas, no volverá a pasar y es todo—

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now