Capítulo 9

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—¿Estas bien, mi niña?— esa hermosa y cantarina voz me despabila un momento de mis pensamientos.

—Sí, si estoy bien— respondo con mis ojos pegados al plato frente a mí.

—No haz comido un solo bocado— me regaña —¿Quieres hablarme de algo—

—Estoy bien, no te preocupes mamá— comienzo a enrollar la pasta en el tenedor y llevarlo a mi boca, mastico lento y pausadamente. Solo para satisfacer a mamá.

Los jueves por la noche siempre vengo a cenar con mamá, para luego quedarme a dormir; papá viaja con mi hermano a llevar encargos de su imprenta a las localidades próximas a la capital, que es donde vivimos. Mamá pasa la noche sola y no me gusta dejarla, es por eso que me quedo a cuidarla, y ya en la mañana voy al trabajo, de todos modos me queda más cerca desde aquí.

Los sentimientos encontrados que se arremolinan en mi interior, amenazan con salir a flote. La sensación tan miserable que escuece en mi interior no me permite siquiera digerir la comida, no puedo permitirme degustar placenteramente los fideos al pesto que mamá preparo para mí, las pastas caseras que prepara cada vez que es jueves en la noche, me hacen volver a mi niñez. Ese pasado donde todo era fácil pero difícil a la vez, cuando mi único problema era que el vestido me quedara bien para ir con mis amigas a las fiestas de 15, cuando comenzábamos a vestirnos con cinco horas de anticipación, porque ninguna sabía hacer un delineado decente.

El parloteo de mamá me nubla aún más la mente, no puedo pensar y escuchar a la vez, opto por escucharla. No entiendo mucho de lo que habla y todo contesto con un asentimiento de cabeza o palabras al azar. Una vez que terminamos con la cena, juntamos todo lo que en la mesa está y me encamino a la cocina para limpiar los servicios, mamá sigue con su incesante habladuría al tiempo que amasa algo en un bowl.

—Mamá, ya casi es media noche— hablo viéndola sobre mi hombro —¿Qué haces?—

—Una tontería, estará en un abrir y cerrar de ojos— habla sin despegar sus ojos del recipiente frente a ella —ve a dormir, se hace tarde para ti—

Sigo haciendo lo mío sin mucho más de que hablar, seco los platos y vasos, coloco todo en su lugar. Termino con esto y voy hasta uno de los taburetes en la isla de la cocina, tomo asiento y me la quedo viendo trabajar con su masa, automáticamente el recuerdo de los panqueques, de los panes recién horneados y el millón de recetas caseras que ama preparar, todas ellas vienen a mi mente. Estiro el cuello tratando de ver que prepara pero de todos modos esta cruda y sin forma.

— ¿Qué vas a preparar mami?— me aliento a terminar con mi necesidad de saber.

—Pastaflora amor— dice y las comisuras de mis labios se tiran para formar una sonrisa.

— ¿Dulce de leche?— la veo con expectativas salpicando en mis pupilas, ella me ve a los ojos y ríe negando lentamente con su cabeza.

—La estoy preparando para ti, cariño— la dulzura en su voz me hace querer acunarme en su pecho y que haga trenzas en mi cabello —claro que es de dulce de leche—

La mañana fue la gloria misma, el dulce de leche de la pastaflora casera de mamá, anudado al café, batido por sus pequeñas y cálidas manos, con espumitas en la superficie me impedían apurarme, no quería siquiera dejar de comer, la gula no tardó en aparecer y termine comiéndome tres porciones de ésta delicia. Mamá me puso en una de sus fuentes —No debo olvidar traérsela de regreso— dos porciones más para que pueda probarlas ya más tarde.

Beso la frente de la persona a la que más amo en este mundo y me despido de ella, me hace prometerle que volveré y fin de semana, que mi Benjamín, mi hermano, ira por mí en la camioneta cuando se los diga. Entre promesas y arrumacos de esta reconfortante mujer salgo a la fría mañana invernal. Con cartera y vianda en manos llegue a la oficina, al momento de presionar el botón me embargo una vez más ese terrible mal estar, ese, del que solamente una madre, haciéndote engordar los borra, pero que luego tienes que volver a la realidad, y mierda que golpean fuerte, el doble me animaría a decir. Tomo una inspiración profunda y antes de que logre liberar todo el aire, el pitido de la puerta anunciando que se abrirá, me hace soltarlo todo de una sola  vez.

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now