Capítulo 21

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Les dejo la canción arriba.

El clima agradable, la playa y el día colaboran, provocando que la boda sea un sueño total, y es que los novios lucen adorables. El atardecer y la decoración son dignos de una postal. Me detengo a admirar la dulzura de los recién casados y la alegría de los presentes.

— ¿Bailamos? —un solo dedo recorre la curva de mi espalda descubierta por el escote.

Giro sobre mis talones quedando de frente a él, topandome de lleno con su fornido pecho, acto seguido guio ambas manos allí y las dejo descansar mientras él, por su parte, sujeta mi cuerpo por la cintura en un abrazo protector. Comenzamos a movernos lentamente, al ritmo de Earned It de The Weekend.

—Las tonalidades del atardecer acentúan la de tú piel —sujeta mi cintura de forma protectora, con fuerza, de forma ¿posesiva? — y el aroma... —el aire liberado al respirar sobre la zona sensible en mi cuello provoca que todos y cada uno de los bellos en mi cuerpo se ericen. Inhala la colonia y plasmar sus labios debajo de mi oreja—...inconfundible.

Para estas alturas no soy completamente consciente de las mil sensaciones que asaltan mi cuerpo, es como si estallaran al unísono, es como si compitieran jugando a quíen de ellas es más fuerte. Siento la necesidad de que su tacto no se acabe, de que sus manos no abandonen mi cuerpo así que, me animo a jugar su juego.

—La camisa de esta manera lo hace ver muy bien, señor Friedman —la comisura de sus labios se estiran en una media sonrisa juguetona. Con ambas manos me deshago de los primeros botones de su camisa, dejando parte de su pecho al descubierto— demasiado, de hecho— rápidamente dejo un corto y casto beso en el lugar.

Sus manos, de forma rápida y abrupta abandonan mi cintura, por un momento me reprimo a mí mismo, maldigo el haber ido tal vez muy lejos, pero la realidad es que lo hizo sino para sujetarme ahora del brazo, a la altura de la muñeca y tirar de ella. Lo sigo algo atónita y sorprendida.

No logro definir si su postura ahora mismo es enfadada o relajada, lo único que sé es que voy tras él, siendo jalada; en ciertas ocasiones mis tobillos falsean producto del contacto de los tacones con la superficie de arena. Rodeamos la pista de baile, puesta especialmente para el evento y seguimos nuestro camino, dejando detrás a los demás invitados.

Vemos una hilera de carpas dispuestas una junto a la otra, son de forma rectangular y solo tienen tres lados, quedando al descubierto el frente. Osmar no se detiene hasta llegar a una de ellas, ubicada en el centro de la fila.

El atardecer ya casi termina de ocultarse, los tenues rayos de este a regañadientes alcanzan a reflejarse sobre el agua cristalina. No logro ver con mucha claridad a mí alrededor, y es que a estas alturas lo único que se alcanza a ver son siluetas.

Al sepulcral silencio de la playa vacía, lo único que lo aplaca es el chocar de las olas sobre la arena. De golpe y sin esperarlo, el eco del pantalón de Osmar siendo abierto, lo nubla todo; el cierre siendo bajado. Siento mi mente nublada, en blanco, incapaz de conectar tan siquiera dos neuronas para saber qué hacer.

—Te deseo, Oriana —solamente eso hace falta, sus palabras acarician las paredes más internas en cada rincón de mi cuerpo.

Y lo deseo, lo hago de igual manera o incluso más de lo que él lo hace. A lo lejos, muy minuciosamente, casi imperceptiblemente, se oye el tumulto de invitados junto a la tenue música.

Antes de que pueda siquiera darme cuenta, estoy descendiendo, estoy bajando, estoy colocándome a la altura de su prominente erección, posándome en su entrepierna.

Sujeto su pene en completo esplendor, trago saliva e inhalo profundamente completamente consciente de lo que prosigue. Acaricio con la yema del pulgar, dibujando patrones sobre una vena que late bajo mi dedo como respuesta, sigo el recorrido de esta y lo hago, decido que es el momento, decido que quiero probarlo, decido que lo deseo; locura y pasión, erotismo y sensualidad pululan en el ambiente.

Sus músculos se sientes tensos, su cabeza cae hacia atrás e incorpora el peso de su cuerpo sobre una de las vigas que sostienen la carpa. Lo puedo oír gruñir, emitir sonidos guturales, roncos y ásperos, únicos de él mismo. Mechones de cabello bailan sobre mis hombros y, es que para estas alturas, sus manos sujetan mi cabeza, sus dedos se enredan haciéndose uno con mi cabello. Guía mis movimientos.

—Oriana, detente —entre gemidos orgásmicos y con la voz entre cortada, logra hablar, logra sacar de su pecho agitado esas dos palabras— cariño, detente por favor.

Pero no lo hago. Sé por qué está pidiendo que lo haga, pero no, no quiero. Un leve ensanchamiento es lo que obtengo como respuesta, puedo sentirlo. Al contrario de lo que pide comienzo a animarlo ahora con mis manos. De golpe, y sin previo aviso, mi espalda choca contra la arena; no brutalmente, pero si lo suficientemente fuerte como para espabilarme, para sorprenderme.

Lo siguiente que se oye es la tela de mi tanga siendo rasgada, gimo excitada y sorprendida.

—Osmar...

—Pedí que te detuvieras —interrumpe antes de que pueda siquiera decir algo más— ahora la que suplicará que me detenga serás tú.

La silueta de su cuerpo se pierde entre mis piernas, la humedad de su lengua provoca un escalofrío que recorre toda mi columna vertebral, y es que busca el contacto con los pliegues de mi feminidad; lame, chupa y succiona. Muerdo la cara interna de mis mejillas para reprimir gritos de placer, evitando ser descubiertos.

Dos de sus dedos se introducen en mi interior provocando un sonido acuoso, a pesar de esto no detiene lo mágico de su lengua, no se detiene tan siquiera un segundo. Mi cintura se quiebra elevando el vientre, mis manos se convierten en puños que atrapan arena y aprietan con fuerza, una explamación de completo goce logra dispararse de mi garganta.

—No grites —Osmar calla mi gemido con sus labios sobre los míos— van a descubrirnos.

Sus labios, incluso mejillas, están llenos de mi aroma y sabor. Su lengua busca la mía y yo el recibo, besa mis labios y traga mis gemidos mientras se introduce en mi interior y comienza a embestir con fuerza y decisión. Sus dientes atrapan la piel sensible de mis hombros y ejerce presión.

Puedo asumirlo, puedo reconocerlo y es que soy completamente adicta a sus movimientos. Tanto él como yo nos dejamos llevar, dejamos a un lado el silencio del lugar en el que nos encontramos.

Apoya el peso de su cuerpo sobre sus codos, dejando mi cabeza atrapada entre estos. Su mentón se posa en mí frente y embiste. Lo hace sin perder el ritmo, sin detenerse y yo, yo por mi parte flexiono las piernas como buscando más contacto. Mi vientre parece vibrar desde lo más profundo de él, mis piernas tiemblan sintiéndose dedil y entonces lo hago. Grito extasiada de lujuria.

Mis músculos se relajan, mis uñas, las cuales siquiera notaba, dejan de sujetar con fuerza la tela de su camisa. Una última embestida acompañada de un gruñido ronco no tarda en llegar, cae sobre mi cuerpo relajado y excitado.

—Aún no termina esto...

En menos de lo que dura un parpadeo sujeta me cintura, tirando de ella logrando ponerme de espaldas a él sobre mis rodillas. La tela del vestido es levantado dejando lo que él busca al descubierto.

— ¡¿Quién está allí?! —gracias a mi inglés, logro entenderlo.

Una luz blanca nos encuentra. Osmar vuela poniéndose en pie y, en menos de un segundo su cremallera está cerrada y su mano tendida para ayudarme a poner en pie.

—Disculpe, oficial —Osmar es quien habla— Solo conocíamos la playa. Es bonita por la noche.

No lo soporto y no puedo reprimir una incipiente risa, la cual callo rápidamente mordiéndome el labios inferior. El oficial dice algo de que la playa está prohibida por la noche, y más aún ese sector privado. Quitando la arena de nuestras ropas, volvemos hacia la boda antes de ir detenidos por disturbios.

—Se olvidan de algo —ambos giramos al unísono.

El oficial tiene en su mano una rama, en la que en su extremo cuelga mi tanga rasgada. Osmar se precipita a tomarla y yo me desgarro de la risa. 

Entre Cuatro ParedesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin