Capítulo 18

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Mi espalda pegada a la puerta, mis manos sujetando, una el picaporte y otra la llave, el sonido de la puerta al llavearse no hace más que hacerme sonreír del gusto. Él por su parte se encuentra sentado en su sillón de cuero negro, a juego con la decoración, con las manos juntas a la altura de su mentón; un escritorio con superficie de vidrio refleja la mitad de su rostro en él.

—Buenos días señor Friedman —lo saludo a la vez que doy pasos lentos, de esos en los que mis tacones al hacer contacto con el suelo resuenan en la estancia.

Lo único que recibo como respuesta, es el audible sonido de mis pasos, porque lo único que hace es contemplarme, sus ojos escanean la completa longitud de mis piernas, cubiertas por la transparente capa de medias negras, contempla desde los zapatos hasta el lugar donde mis muslos, se esconden bajo la tela de la falda. No me detengo sino, hasta quedar en pie frente a él, flexiono un pierna para colocarla entre cada una de sus piernas, entre sus muslos apenas separados y hago presión en su ya erecta entrepierna.

Lo beso lenta y pausadamente, saboreando el placer de sus labios moviéndose contra los míos, su lengua se abre paso buscando la mía y yo, yo se lo permito. Nos besamos por un largo tiempo, hasta que, tanto su respiración como la mía, ambas se convierten en una, agitada y entrecortada.

Sus dos manos, se hacen de mí, tomándome a los lados de mi torso, a la altura de la cintura. Mi cuerpo se eleva acompañado del suyo, se coloca de pie, provocando que también lo haga yo, me observa fijamente, sin quitar sus penetrantes ojos de los míos, a la vez, que sus manos trabajan desabrochando uno a uno, los botones de mi camisa y, sin deshacerse del sostén, deja mis senos al descubierto.

No sé en qué momento, pero gira mi cuerpo, una de sus manos empuja mi cuerpo desde la parte alta de mi espalda, provocando que pegue mis senos al escritorio. Uno de sus dedos, lo siento recorrer el camino que la tanga hace en la hendidura del trasero, no se detiene sino hasta llegar a los labios vaginales, palpar su humedad y de un tirón arrancar la braga. Doy un brinco y reprimo una queja por haber arruinado mi ropa interior.

De un momento a otro dejo de sentir sus manos tocándome, lo siento parado detrás de mí, pero no su tacto en mi piel. En el momento justo en el que pienso erguirme y ponerme recta para girarme, siento su miembro empalarme, hundirse en completa totalidad en mi interior; un gutural, ronco, pastoso y excitante gemido sale disparado desde su garganta, antes de pegar sus labios a mi oreja.

—Buenos días cariño —su voz sale en un susurro.

Una nube de vapor, liberado por mis jadeos empaña la superficie de vidrio bajo mi cuerpo, mis senos calcados en el transparente material del escritorio. Cada una de sus embestidas logra agitar mi cuerpo entero, su zona púbica choca contra mis glúteos, haciendo que ese, ese sea el único sonido en la estancia, claro aparte del débil jadeo proveniente de ambos.

Sumida en todo y pérdida en sus manos, dejo caer el peso del cuerpo sobre la sólida mesa. Vuelvo a sentirlo, fundiéndose una vez más en mi interior y yo, yo lo recibo abrigando su miembro con las paredes del útero. Sin salir de allí, envuelve mi cintura con sus brazos, haciéndose de mí, tira hasta dejarme con la espalda recta, juntando su pecho a mi espalda.

Me toma con fuerza, como si fuera a escaparme; una de sus manos me tiene sujeta del torso, en el lugar justo donde las costillas terminan, la otra, pegada a la nuca, al tiempo que el pulgar dibuja caricias sobre mi mentón. Lentas y pausadas, cortas y concisas, cada una de sus embestidas ahora, permite que pueda sentir cada uno de sus movimientos, entrando y saliendo de mi interior.

— ¿Dormiste bien pequeña? —la diafonía de su pregunta, sale en completa sintonía al esfuerzo hecho, entre cortado. Susurra las palabras pegado a mi oreja, tomando a esta entre sus dientes y tirando suavemente, puedo sentir cada uno de los bellos del cuerpo erizándose, nada más sentir su aliento chocar en la zona sensible del lugar.

No sé cómo lo hace, pero logra meterse dentro de mi sin disimulo alguno, acaricia mi cuerpo y besa mi alma, y no, no me refiero al sexo. Va más allá de todo esto, logra acelerar mi corazón.

—Contéstame Oriana —clama por mis palabras, ordena una respuesta. Su cuerpo se siente sumamente caliente en comparación del mío. Sus palabras y el tono de voz, logran traerme al presente.

—Do-dormí perfecta... —no consigo terminar la frase, pero me las ingenio, logro soltar esas dos palabras como puedo, una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios.

La piel se me eriza ante su pequeño toque. Ambas manos me toman, ahora, a la altura de las costillas, inclinando mi cuerpo hacia delante y provocando una leve sensación de cosquillas, no llego a hacer contacto con el escritorio, al contrario. Mis senos se bambolean, rozando el material tras cada penetración. Una vez más, esta vez con más fuerza e ímpetu se hunde dentro de mí, penetra con más ganas, con más fervor, con más anhelo. Mis ojos se cierran y mi labio inferior es presionado por mis dientes.

Dejo de pensar y me permito sentir...

Todo pasa tan rápido que siquiera logro darme cuenta el momento en el que ocurre, solo siento mis piernas flaquear, perder fuerza y estabilidad, provocando que él tenga que recargar el peso del cuerpo de ambos, sobre su mano, apoyándola en el escritorio, y tomándome con fuerza con su mano libre, rodeándome la cintura. Llegando, a la vez, juntos a terminar.

Pego mi frente al vidrio e inhalo profundo, intentando recobrar la respiración, él hace lo mismo, abrazando mi cuerpo y pegando su frente en el lugar donde comienza la espalda, dejando un beso al mismo tiempo, tardándose más de lo necesario.

—Te prometo —la delicadeza de tu tacto, tirando suavemente de mi logra ponerme de pie, girándome hasta encararlo— que despertaremos así cada mañana —toma aire, acuna mi rostro y besa mi frente— si eso es lo que quieres.

No puedo contestar, la mente se me queda en blanco y, no puedo articular palabra alguna, así que, lo único que consigo hacer es asentir, asentir con la cabeza como si de una niña se tratara, regalando eso como respuesta.

—Ahora... si bien, me encanta admirar tu cuerpo desnudo —baja la falda y toma la camisa con ambas manos— también me fascinas vestida —besa la zona donde nacen ambos senos, donde un pequeño valle los separa, y de ese modo termina de abotonar la prenda— volvamos al trabajo.

—Falta algo —se me queda viendo un momento, con una interrogante plasmada en su rostro, perdido y sin comprender. En el momento justo, ese en el que separa sus labios entreabriéndolos, me le adelanto y rompo el silencio— no tengo ropa interior.

Suelta una corta y sonora carcajada, ambos buscamos la rasgada tela, tirada sobre el blanco y reluciente suelo.

—Pero eso, solo sabemos tú y yo —se coloca de cuclillas, haciéndose de ella y la guarda en el bolsillo de su camisa, para luego terminar de acomodar las mangas de esta, como si nada hubiera ocurrido.




NOTA:

Les estoy preparando una maratón, no sé si van a odiarme o amarme, falta poquito. Espero que les guste el capítulo.

Quiero dedicarle el capítulo a pam0330 porque esta semana me vi en su cajita de info, y nada, me alegro la semana. Gracias ♥

Nos leemos.

—Vanesa C. Monzón—

Entre Cuatro ParedesOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz