Capítulo 24

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Nadie jamás dijo que los humanos se odiarían a sí mismos y, es que ahora mismo me odio. Aposte, reí y jure conocerme, parece tan irónico, pero la realidad es que ahora mismo no me conozco, la maraña de sentimientos que irrumpen en mi mente, no me permiten conocerme.

Estoy tan cansada de quedarme dormida, añorando tal vez despertar y que todo fuera diferente, pero no, no son simples pesadillas que vuelan con tan solo abrir los ojos.

El cuerpo me pesa, me duele y hasta se vuelve en mi contra. Mi mente dice que hay que levantarse y vestirse para el trabajo, pero no, el cuerpo parece amarrado a la cama. Por un momento me permito cerrar los ojos e intentar aclarar mis miedos.

El techo se vuelve negro, mi respiración sube y baja calmadamente, en un instante pequeñas luces comienzan a encenderse, tal si fueran pequeñas estrellas aclarando mis dudas y cada una de ellas brilla con más intensidad que la otra. Mis ojos se abren y la aclaración llega por fin a mí.

Sin más me visto rápidamente para emprender camino.

Un largo y cansado suspiro sale muy a mi pesar, y es que nada más ver a Emir viéndome con aires de grandeza me hierve la sangre. Tomo aire profundamente y me abro paso a hacia el escritorio.

-¿Dónde va con tanta prisa señorita Dobrev? -mi antebrazo es tomado con fuerza, sus dedos sujetando con presión en torno a él duele. Una punzada de mala intuición se apodera de mí y es que, ni siquiera soy capaz de voltear a verlo.

Mi trasero choca con fuerza contra el borde duro del escritorio, su cuerpo aprisiona el mío y no permite movimiento alguno, con fuerza intento quitármelo de encima pero no puedo, su sonrisa se ensancha y sus ojos parecen un filo. Juro que veo maldad en ellos, ese tipo de maldad que lo puedes ver venir.

-Quítate Emir -pido sin ser escuchada- por favor Emir, alguien puede vernos.

-¿Asustada de que entre mi hermano por esa puerta? -uno de sus dedos juega armando ondulaciones con el mechón sobre mi rostro -hueles tan bien- suelta esto mientras respira el aroma del shampoo.

Quiero gritar y golpearlo por lo que está haciendo, porque irrumpe mi privacidad y hace caso omiso a mis palabras. mi corazón late con fuerza por culpa del pavor que siento de solo pensar lo que ocasionaría, el solo hecho de ser pillados en esta situación. Osmar no volvería a hablarme y se, sé que tengo todas las de perder.

Mi sistema se activa, y es que juro haber escuchado el ascensor elevarse, alguien se acerca, está a punto de entrar por esa puerta y yo estoy aquí, con el hermano de mi jefe sobre mí, en una situación incómoda.

-Emir alguien viene, por favor quítate -la taquicardia golpea fuertemente contra mi pecho, el corazón late tan fuerte que pareciera ir a salir despedido en cualquier momento.

-No quiero -su dedo suelta mi cabello para ahora recorrer la longitud de mi cuello. Vuelvo a empujarlo, pero es inútil, su cuerpo no se mueve un centímetro

Mis manos ahora, en forma de puños comienzan a golpear su fornido pecho, al tiempo que suelto palabrotas exigiendo que se aparte de mí. Ambas manos suyas toman con tanta fuerza mi cintura, que sus dedos se hunden en mi piel. No entiendo nada, no soy consciente de lo que ocurre, pero sus labios ya están sobre los míos, moviéndose con vigor y desespero.

No necesito siquiera voltear, no necesito preguntar ni mirar. Hay alguien más, y ese alguien, quiera fuera que sea están con los ojos sobre nosotros.

Osmar y Tamara, ambos de pie junto a la puerta, uno junto al otro. Osmar tiene el rostro inexpresivo y la vena del cuello late tan fuerte que juro poder oírla desde aquí, intento dar un paso, pero él niega con un movimiento de cabeza.

Entre Cuatro ParedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora