Capítulo 25

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Mi alma entera está rota, dañada y maltratada. La oscuridad dentro de mí no se quita. Cada parte de mi corazón parece haberse quedado en aquel edificio, ese que se guardó en su interior mis alegrías y recuerdos.

Me siento tan sucia y manchada que ahora mismo juraría poder oír mi nombre bailar suciamente en todas y cada una de las bocas de la empresa. No estoy muy segura de qué hacer, pero lo que sí sé es que no volveré a ese lugar.

Mi cuerpo está cansado, se siente pesado. Ni siquiera me atrevo a ir a mi casa, sino que le pido a Fran que me deje quedar en la suya. Es tan loco como aun estando con mi amigo, el único y reducido cubículo que permite liberar todos mis sentimientos sea la ducha. Las gotas de agua intentan limpiar la suciedad que no sale de mi mente y se mezclan con las lágrimas que brotan a borbotones por mis ojos. Angustia, dolor y enojo siento ahora mismo, impotencia por no poder defenderme.

No es entonces sino hasta este momento que caigo en cuenta, todo en mi mente se blanquea: fue planeado. Las miradas cómplices de Tamara y Emir, sus burlas y el hecho de estar así, ambos en el lugar exacto. Quiero correr y golpearlos a los dos, gritarles y escupirles en la cara. Quiero hacerles saber que no van a poder conmigo, que no van a quitarme a Osmar.

"Tus labios están sucios"

Gimoteo por el dolor, una maldición sale de mis labios. Y es que ahora mismo no sé qué duele más, si el recordar sus fugases palabras o quizá, el haber caído de lleno al suelo. Las rodillas duelen ahora mismo, el solo hecho de haber recordado esas cuatro palabras, solo cuatro, lograron desplomar mi cuerpo contra los azulejos del baño.

—Ori cariño, no te hagas esto —Las manos de Fran rodean mis hombros, esos que no paran de temblar a causa de mi llanto— Vamos levántate, no vas a estar tirada en el suelo en mi presencia.

Se estira para cerrar el grifo de la ducha, toma la toalla y ayudándome a ponerme en pie, cubre mi húmedo cuerpo con ella. No sé qué haría ahora mismo, tal vez si no estuviese aquí, estaría hecha un despojo, tirada bajo el agua llorando hasta desmayarme.

—Fran, juro que no lo bese —Empuja mi cuerpo hasta la habitación al tiempo que murmura palabras que no logro oír.
Los oídos me zumban y la cabeza duele tanto que los ojos pareciera que fueran a salirse de su lugar. No entiendo por qué, no sé en qué momento, pero doy un grito atroz, un grito lleno de odio y dolor, para luego perder el control de la mente.

—Ori por favor, ya no es gracioso —A lo lejos logro escuchar a Fran, un tinte de preocupación tiñe su voz— Despierta.
Es hasta ahora que el frío del piso, mi cabeza sobre sus piernas y su asustada voz, logran hacerme caer en cuenta de que sufrí un desmayo. Intento ponerme en pie, pero el cuerpo no responde

— Ayúdame, quiero ir a la cama —Pido entonces, él se apresura a llevar mi cuerpo y yo me desplomo, caigo sobre el frío colchón— ven —Doy golpecitos en el colchón a mi lado para que se una a mí.

— Aquí estoy cariño —Fran se recuesta a mi lado y acuna mi magullado y cansado cuerpo— Yo cuidare de ti.
Los ojos me pesan tanto que lo único que consigo hacer es asentir con un leve moviento. Oculto mi enrojecido rostro por tanto llorar y trato de esconderme, de hacerme tan pequeña como sea posible; siento la paz que mi mejor amigo da y sin más dejo que el sueño se adueñe de mí.

***

—¿Si sabes que alguna vez tendrás que salir al mundo exterior verdad? —Fran escupe estas palabras acusadoramente.
—Ajam — respondo sin dejar de ver a través de la ventana.

Hoy hace exactamente una semana y media que envíe mi renuncia por correo electrónico. En la respuesta decía que debía presentarme a dejarla por escrito en recursos humanos, pero la sola idea de poner un pie en ese lugar, que todas las miradas se clavaran en mi espalda y las lenguas afiladas rasgaran mi piel, me dan pavor.

—Podrían demandarte por abandono laboral Ori, y lo sabes —Fran es un aspirante a abogado, y de los mejores— Debes ir, yo puedo acompañarte.

—No iré y es mi última palabra —A estas alturas estoy un poco alterada. Todo me irrita. El malestar no sale de mi cuerpo y no logran dejarme en paz— Que me envíen una carta, documento o lo que quieran, no iré.

Refuto esto tajante. Últimamente me siento mal todo el tiempo, lloro hasta desmayarme o me desmayo para luego llorar, corro al baño, vómito y sigo llorando. Es agobiante y cansador.

— Está tarde pasaré por tu departamento a recoger la correspondencia. Intenta salir más allá del balcón, respira aire fresco y ve al médico.

Sé que no necesito un médico, lo único que necesito es un nuevo trabajo. Mi teléfono suena y en él aparece un número desconocido, dudo si atender o no, busco a Fran, pero él se hace el desentendido. Suspiro y contesto.

— ¿Sí? —Hablo despacio, con miedo.

—Oriana, soy Emir —Sentí asco al escuchar su voz. Sin decir nada me preparo para cortar la llamada, pero él se apresura— No cortes, escucha. Estoy en la puerta de tu departamento. Estuve llamado un tiempo largo, pero tal parece no estás aquí —Aguarda esperando que yo hable, pero no lo hago— ¿Sabes que están enviándote correos de que no estás despedida ni mucho menos verdad?

—Emir, ¿Qué quieres? —Escupo las palabras con odio.

—Osmar dice que te quiere de nuevo, que nada es motivo de tu despido y se niega a tomar tu renuncia —Me sorprende esto, pero más allá de todo no volvería jamás.

—Pues la renuncia ya está y no volveré.
Cuelgo.

Una gran incógnita pulula en mi mente hace días. La encrucijada por el malestar que he sentido últimamente, pone en alerta mis sentidos. Pavor y miedo es lo único que ahora mismo logro sentir.

Sin decirle nada a Fran corro a la farmacia más cercana. Me aterra la idea de lo que pueda pasar, pues sé que las cosas pueden cambiar. Sé que todo está arruinado. Quizá no me queda más que buscar un nuevo empleo.

—¿Algo más señorita? —me pregunta el hombre que me extiende el paquete, pero yo niego con la cabeza. Pago y me retiro.

El silencio que inunda la casa es escalofriante. La vena en mi cien late tan fuerte que pareciera como si fuera a reventar. Trago saliva y comienzo el proceso que no demora tanto. Por un momento siento la impresión de que estuviera viéndome y yo a él.

No doy más vueltas a esto y tomo entre mis manos el test para ver el resultado.

Entre Cuatro ParedesWhere stories live. Discover now