III

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Entre a clase de Aritmética, era un maestro de barba larga, estatura alta y muy delgado

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Entre a clase de Aritmética, era un maestro de barba larga, estatura alta y muy delgado. Me senté hasta atrás, no me gustaba estar hasta adelante, el maestro siempre quería que participara. No era una tonta en la materia pero no me gustaba divulgar mi conocimiento.

-Bien, chicos. Tomaré lista- dijo el maestro dejando sus cosas en el escritorio

Comencé a dibujar tonterías con mi lápiz. Sólo pensaba en cómo vengarme de ese maldito asesino sin escrúpulos. Con el lápiz dibujé algo parecido a una pistola.

-Matt Thompson- estalló la punta del lápiz- Matt Thompson- repitió el maestro

Mi boca se abrió lentamente. Mi respiración era agitada.

-Presente- dijo un chico de adelante

No lograba ubicarlo, las demás personas tapaban su silueta con sus enormes cabezas.

Todo había desaparecido. Miré mi cuaderno, arranqué la hoja y la hice bolita. La tiré contra el piso y la pise.

-¿Anne? ¿Te encuentras bien?- dijo casi corriendo el maestro

Me salí de la clase. Ya era costumbre hacer eso todo el tiempo.

Corrí hacia el estacionamiento... De nuevo.

Grité lo más que pude, hasta que mi garganta quedará hecha añicos. Apuñalé la pared hasta sangrar mis nudillos. Con mis manos apreté mi cuello dejándolo morado.

-¡Maldito estúpido! ¡Maldito!

-¡Anne! ¡Anne!- Jack corría hacía mí

-¡Vete! ¡Largo!- lo miré con furia

-Anne... Tus nudillos... Diablos, Anne- tomó mis manos

Me solté de él.

-No necesito tu lástima- corrí hasta salir de la escuela

Me dolían los nudillos, pero eso no me importaba. Llegué a la parada de autobús.

-Pronto sabré quien eres... Lo haré, pedazo de imbécil- susurré

La gente me miraba extraño.

Me subí al primer autobús que vi. Estaba sólo. Respiré profundamente. Hizo aproximadamente cuatro paradas y en ninguna bajé. Ni siquiera sabía donde estaba. Vi a lo lejos un parque abandonado.

-Pare aquí- dije levantándome

-Esta bien, señorita

Me bajé y caminé lentamente hacía allá. Los árboles se movían con sus hojas secas con paciencia, el suelo estaba lleno de estas. Había bancas oxidadas y frías. Me senté en una.

-Bien, veamos quién eres- tomé mi móvil y busqué su nombre en Facebook

Las manos me temblaban y estaban frías. La sangre había secado.

Venganza Mutua Where stories live. Discover now