Im/possible

II. La fiesta de bienvenida

A las cinco en punto, ChanYeol llegó a la casa de la familia Oh. Como era de esperarse, la fiesta era un tumulto de elegancia. Por suerte, el músico llevaba su mejor traje, acompañado por la corbata que su mejor amigo le había regalado la navidad pasada. Era azul, con pequeñas bananas impresas. Sí, era una corbata ridícula, pero combinaba con su traje gris oscuro.

—¡ChanYeol! —la señora Oh lo recibió en la entrada, con una sonrisa tan grande como el abrazo que le dio— Llegas puntual, como siempre. SeHun no tarda en llegar, su padre fue a recogerlo al aeropuerto.

—Buenas tardes, señora Oh —ChanYeol regresó el abrazo con efusividad. Aquella mujer era como una segunda madre para él. Siempre había admirado su madura belleza—. Dígame si puedo ayudar en algo.

—Gracias, cariño. Tenemos todo cubierto. Sólo pasa y relájate. Come lo que quieras.

La mujer acarició la mejilla del músico con ternura y se hizo a un lado para que pudiera pasar. Ya había varios invitados presentes, mayormente, socios del padre de SeHun con sus esposas e hijos. ChanYeol saludó a un par de personas, por lo demás, todos eran extraños. El chico se movió por la elegante y espaciosa sala, hasta la mesa de bocadillos. Tomó un canapé de atún y lo engulló de un bocado. Un mesero con chaqueta blanca y el pelo engomado, le ofreció una larga copa de vino espumoso. El músico se quedó de pie allí, junto a la mesa, tomando el vino a pequeños tragos, mientras observaba a su alrededor. De verdad quería ligar esa noche, más que nada, para probarle algo a su amigo. Estúpido orgullo masculino.

Había una hermosa chica de cabello azabache, caminando por ahí. Saludaba a algunas personas en un extremo de la sala, luego se movía cadenciosamente al otro extremo, para saludar a otros invitados. Su sonrisa era encantadora, el vestido rosa entallado, exponía sus curvas, y los altos zapatos de tacón, hacían que sus piernas parecieran una verdadera tentación. Estaba decidido, esa chica era perfecta. ChanYeol observó su reloj, eran las cinco menos diez minutos, y ya había encontrado a su ligue de esa noche. Sonrió internamente, mientras bebía el resto de su copa. El alcohol le daría el valor suficiente para acercarse a su objetivo. El músico dejó la copa sobre la mesa y se dirigió hacia la chica, quien se encontraba de pie, platicando con otra joven, junto a la entrada. ChanYeol parecía un cazador a punto de atrapar a su presa.

Pero, alguien atravesó la puerta.

—¡Querido!

El grito de la señora Oh atrapó la atención de todos los que se encontraban cerca de la entrada. Los ojos de ChanYeol se dirigieron naturalmente hacia el recién llegado.

Y el mundo se detuvo.

Si ChanYeol hubiese tenido un espejo frente a él, seguramente se hubiera reído de su propia expresión. Sus grandes ojos marrones, estaban bien abiertos, casi al punto de la sorpresa. Sus labios, ligeramente separados, en una mueca de completa admiración. Todos los seres humanos a su alrededor desaparecieron, fueron reemplazados por aquella sublime criatura, cuya belleza había provocado un corto circuito en sus conexiones neuronales.

Era un muchacho. Un jodido muchacho, bastante masculino a decir verdad. Pero ChanYeol no pareció percatarse de ello, estaba demasiado embelesado por el exquisito perfume que dejó flotando en el aire, cuando pasó caminando junto a él. Estaba deslumbrado por la perfecta sonrisa que le dedicó a la señora Oh, quien caminaba orgullosa, colgada de su brazo.

Por un momento, ChanYeol se sintió perdido. Olvidó por completo a la chica de cabello azabache, olvidó su propio nombre y el por qué estaba ahí. Sus ojos siguieron al recién llegado, examinando cada centímetro de su cuerpo. Era más bajo que él, sí, pero no por ello parecía frágil. El cabello negro, brillante y suave, enmarcaba a la perfección su hermoso rostro, y contrastaba con su piel nívea y lisa como la porcelana. Vestía con elegancia un traje azul satinado, que resaltaba sus músculos en todos los lugares correctos. ChanYeol suspiró.